La Nación
EDITORIAL

Tragedia advertida

Tres obreros muertos y nueve heridos dejó el desplome de una de las estructuras que se construía en la tribuna occidental del estadio de fútbol ‘Guillermo Plazas’ de Neiva.

Los operarios se disponían a fundir una nueva placa cuando se produjo la tragedia.  La vieja estructura sobre la que se fijaron las formaletas no resistió el peso y colapsó.
La sección se vino a pique poco antes de terminar la jornada laboral.

En el sitio perecieron Wilson Rodríguez Serrato, Édison Cabrera Rojas y Eliberto Vélez López. Otros nueve de sus compañeros resultaron con severos traumas y múltiples lesiones.

El fatal percance ocurrió horas después de una inspección que realizaron las autoridades locales con el director nacional de Planeación, Simón Gaviria, por tratarse de un proyecto de remodelación, financiado con recursos de regalías petroleras. 

El accidente es el segundo que se registra en el mismo sitio en menos de un año. El 12 de septiembre de 2015 un hecho similar ocurrió en el cuarto nivel de la tribuna occidental en plena fundición. La estructura no aguantó y se desplomó. Aunque sólo dejó un herido, la reconstrucción  generó un considerable retraso. Es la maldición de un proyecto hecho a la carrera, sin la debida planeación, sin estudios técnicos ni los diseños adecuados. Peor aún: sin interventoría.

Las falencias encontradas en el curso de la ejecución del proyecto demandaron nuevos estudios de suelos, el replanteamiento de los diseños y por supuesto, un mayor costo, no contemplado en el proyecto original. 

Esa circunstancia generó sobrecostos que impidieron la terminación prevista para octubre del año pasado.  La remodelación  costaba 21.000 millones de pesos,  se adicionaron 7.000 millones y todavía faltan otros 4.000 millones.  Es la danza de la improvisación, como ocurre con los elefantes blancos erigidos con regalías como monumentos a la ineficiencia y la corrupción.

Los retrasos y la falta de recursos impidieron que la obra estuviera en servicio el año pasado. Las demoras, justificadas o no,  obligó el desplazamiento del Atlético Huila a otras plazas o a jugar a puerta cerrada. Una locura.

Y ahora para completar, sobreviene esta tragedia con un saldo fatal y pérdida de vidas humanas. Con seguridad, como siempre ocurre, la pomposa remodelación se reactivará mañana, sin que sepamos a ciencia cierta, las causas de esta fatalidad y la responsabilidad de quienes con su actuar omisivo permitieron que la materialización de la tragedia que se advertía.
 

“Es la maldición de un proyecto hecho a la carrera, sin la debida planeación…”

 
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