La Nación
COLUMNISTAS

365 días

Buena parte de nosotros hemos tenido la suerte de vivir muchas fiestas de fin de año, y aunque hemos pasado momentos inolvidables  de los que con seguridad tenemos gratos recuerdos  para algunos, queda la sensación de haber dejado cosas por vivir y disfrutar aún más.
 
Cuando de manera silenciosa miramos en retrospectiva, quizás nos encontremos envueltos en juicios y cargas emocionales  con personas que estuvieron presentes en ese momento o que no lo estaban y las hacíamos responsable de nuestros sentimientos, de nuestros fracasos.  Pero nunca es tarde para darnos cuenta que de esos pensamientos estaban pegados a nuestro pasado, a nuestros juicios, a nuestros miedos, a nuestros duelos no resueltos o inseguridades, como un fantasma  que cumplía con pasión su papel.
 
Reconociendo que esos momentos nunca deben regresar, aprendemos a disfrutar cada segundo de ese regalo llamado vida, redescubriendo que es más que perfecto de lo creíamos, porque aprendimos a vivir desde lo que somos, no desde lo que otros esperan de nosotros o lo que aparentamos ser.
 
Hoy entre el final y el comienzo de un nuevo año como suele ser costumbre, hacemos planes, promesas y buenos propósitos, con la intención de corregir aquellos hábitos negativos, eliminar vicios, cambiar actitudes o creencias que nos han creado problemas y al mismo tiempo, diseñar nuevas estrategias o formas adecuadas para responder ante la soledad, las dificultades, los contratiempos, adversidades, emprender proyectos y asumir retos.
 
Son trescientos sesenta y cinco días que tendremos para dejar atrás todo lo que ya no resulta útil ni benéfico para nuestra salud mental y paz interior; para capitalizar los fracasos reconociéndolos como algo duro, pero circunstancial y pasajero; para  actuar de buena voluntad, con honradez y con ánimo de lograr nuestros objetivos, sin hacer ningún mal para conseguirlos; para aprender de los éxitos de los demás sin envidias ni frustraciones; para estar atentos para descubrir actitudes y comportamientos que contribuyan a que otros a través de nuestra existencia sean felices y con nuestra ayuda logren sus objetivos; para cultivar la integridad personal en una firme adhesión a un código de valores humanos y morales.
 
Durante trescientos sesenta y cinco días tendremos la oportunidad de llevar un vida mejor, más saludable, más humilde y sincera, de disfrutar más a nuestras familias, de dedicar tiempo a concebir algo que haga a otras personas realmente felices y abrir nuestros corazones a la espiritualidad, trascendiendo lo aparente, lo material, dando un mayor sentido y propósito a nuestra existencia.