El mundo no ha cambiado tanto, después de más de 520 años del encuentro entre dos formas de verlo y hacerlo, de dos estilos de civilización en el que una, la que contaba con mayor desarrollo de los usos del metal y del fuego, pudo doblegar, someter, humillar y casi exterminar a la otra, aquella que soportaba su poder más en la cultura de la tierra, del agua y de sumisión a la naturaleza toda, que en la capacidad de destruir. Y aquellos que se apoderaron del continente, luego expulsados en distintas campañas de independencia, parecieran nunca haber aprendido que los criterios de igualdad, fraternidad y libertad también se aplican respecto de las naciones que otrora fueron sus colonias expoliadas.
Fue Jorge Luis Borges, el gran escritor argentino, quien dijo alguna vez que este planeta producía muy pocas noticias y que la última gran noticia había sido justamente la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492, lo cual confirma que poco o nada ha cambiado este mundo. Vistas las circunstancias rocambolescas, propias más de una tragicomedia que de alta política, alrededor de lo ocurrido con el tránsito del avión del presidente boliviano Evo Morales por países europeos que le negaron el aterrizaje con variados argumentos, ninguno de ellos el verdadero: que Estados Unidos sospechaba de que dentro de la aeronave viajaba el espía Edward Snowden.
Este episodio, que pasará a la historia como la reconfirmación también de que el mundo es unipolar, con un solo dominador que Estados Unidos, será mirado igual como un sainete provocado por el miedo, el temor y la genuflexión de países supuestamente autónomos pero obligados – por la geopolítica – a no contrariar los deseos del Tío Sam.
Es claro que, independiente de la línea ideológica del presidente boliviano, se trata del mandatario de un país soberano, con reconocimiento universal y depositario de ciertas condiciones especiales en razón, justamente, de su condición de imagen y símbolo de su propia Nación, y fue sobre esas características que Francia, España, Portugal e Italia pasaron y pisotearon la dignidad de 11 millones de bolivianos, como hubiesen podido hacerlo sobre peruanos, colombianos o chilenos.
Diversos tratados internacionales, la carta de las Naciones Unidas y otros tantos instrumentos del Derecho Internacional consagran la inalterable protección que merecen ciertos dignatarios, especialmente los presidentes, no por capricho ni por privilegios inmerecidos sino realmente porque son ellos los voceros de sus naciones, los depositarios de su voluntad.
Y es evidente que lo de Morales no fue solo una falta de respeto ni mala educación: se puso en riesgo su seguridad y la de sus acompañantes, se expuso a Morales a un grave accidente y se le sometió a condiciones indignantes. Bien vale un pronunciamiento serio tanto de la OEA como de la ONU. Hoy fue el boliviano, mañana el nuestro o cualquiera otro.
“Se puso en riesgo su seguridad y la de sus acompañantes, se expuso a Morales a un grave accidente y se le sometió a condiciones indignantes”.
Editoritalito
Sorprendente el silencio que mantienen las autoridades nacionales sobre las denuncias de espionaje que realiza Estados Unidos. Colombia, es el segundo blanco después de Brasil y México. Sin duda, está horrorosa práctica, es una indebida intromisión y una violación a la soberanía nacional, que merece un enérgico rechazo.