73 años y esto sigue igual

 

Píter Bonilla Díaz

“¡Mataron a Gaitán y el pueblo está protestando!”, fueron los gritos desgarradores que se escucharon el 9 de abril de 1948 en las calles de Bogotá y que en cuestión de minutos la terrible noticia se conoció en todos los lugares de Colombia.  Incluso a nivel internacional.

A través de diferentes publicaciones de escritores de variado talante y filiación político-partidista, que dieron distinta interpretación a las causas que originaron el abominable magnicidio, conozco con algún conocimiento el terrible suceso.  No obstante ello, mi especial amigo y magnífico contertulio, el tocayo José Vicente Ortiz Salas; sí, tocayo y él dirá por qué, de manera espontánea me facilitó el reciente libro de la autoría del exministro y periodista Alberto Casas Santamaría, de relevante abolengo.  En su obra presenta una histórica, interesante y muy bien documentada reseña del país socio-político.

Al conmemorarse en estos días los 73 años del asesinato del caudillo liberal y candidato a la presidencia de la república por su partido, en ese entonces con innegable opción, Jorge Eliécer Gaitán Ayala, muerte que causara una fatídica revuelta popular, he entresacado frases y párrafos del capítulo titulado 9 DE ABRIL, algunas de sus anotaciones.  Que igualmente lo he hecho con otras publicaciones y una mínima parte de mi “cosecha”.

Debo anunciar que, como éste comentario es extenso y por consiguiente no cabe todo en este espacio, se puede seguir leyendo en la página Web, también lo compartiré a través de mi ya numeroso grupo por WhatsApp, en mi muro de Facebook y por Twitter.

El Palacio Presidencial, el lugar más peligroso de la confrontación entre el Ejército y la turba protestante; francotiradores situados en la parte alta de los edificios y de las residencias disparaban de manera indiscriminada.  La balacera se hizo insostenible. Enterado mi padre de la tragedia y la necesidad de atender el manejo de los cadáveres, instruyó vía telefónica, muy precaria, por cierto, a mi hermana Belén para que acudiera a la sede de la Cruz Roja, con el fin de solicitarle al doctor Calixto Torres, médico eminente y padre del célebre sacerdote Camilo Torres Restrepo, cura guerrillero (éstas dos  últimas palabras son mías), para que por favor se encargara de la emergencia.  Lo cual hizo oportuna y con la mayor eficacia.

Los hechos que rodearon el asesinato de Gaitán supuestamente a manos del albañil Juan Roa Sierra, como autor material ocurrido en el centro de la capital del país, saliendo de su oficina de abogado a la una y quince minutos de la tarde, y sus consecuencias, son suficientemente conocidas.  La responsabilidad de los dirigentes políticos sigue siendo materia del debate histórico.

Roa fue linchado de inmediato por el populacho enfurecido.  Había nacido en Bogotá el 4 de noviembre de 1921.  Luego tenía 27 años de edad.  El occiso igualmente era oriundo de la capital de la república.  Su fecha de nacimiento es del 23 de enero de 1898. Su fallecimiento ocurre cuando contaba con 50 años.

Como antecedente habría que recordar la renuncia del presidente Alfonso López Pumarejo, en agosto de 1945, que debilitó al Partido Liberal afectando su unidad.  Esa división entre dos candidatos, los exministros Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, condujo al Conservatismo al poder en su condición de minoría más grande.  El nuevo gobierno conservador no tenía gobernabilidad y propuso uno de Unión Nacional.  El Liberalismo participaba en la Administración, como lo denominó el presidente de la época Mariano Ospina Pérez, sin comprometerse en la tarea legislativa y, por el contrario, imponía sus puntos de vista para adelantar los debates de oposición y exigir condiciones inaceptables para el Jefe del Estado.

El crimen de Gaitán Ayala provocó la conmoción más preocupante del siglo XX.  Para enfrentarla, el Mandatario llenó de garantías las investigaciones para establecer la verdad de los acontecimientos, poniendo al frente de la misma a un amigo personal del líder sacrificado y nombrando ministros liberales, encabezados nadie menos que por el excandidato presidencial Darío Echandía, a quien designó ministro de Gobierno.

El experimento no cuajó.  En la práctica se formaron dos gobiernos.  Los conservadores solo se entendían con el Jefe del Ejecutivo, en la misma forma los liberales lo hacían con el ministro de Gobierno.  El 19 de mayo de l949 estaba convocado el Consejo de Ministros para una sesión ordinaria.  Echandía presentó sus demandas y, de remate concretó.  “Este es nuestro mínimo de solicitudes.  Y si no pueden ser concedidas, entonces nosotros por decisión de la Dirección Nacional Liberal, tendremos que considerar la posibilidad renunciar a nuestras carteras”.

En medio del ambiente creado por el rechazo del liberalismo a la política de concordia nacional, proclamada y practicada por el jefe del Estado, y de la soterrada hostilidad del comunismo internacional a la Conferencia Panamericana por instalarse en Bogotá, se produjo el horrendo asesinato de Gaitán.  El rechazo a las iniciativas presidenciales, pública y reiteradamente formuladas que hizo la DNL, originó la crisis ministerial de 1948, la que, conjugada con factores de perturbación social política incubados por varios lustros, y sumados a la acción persistente del comunismo, como se halla hoy plenamente comprobado por documentos irrefutables, dio lugar a la catástrofe del 9 de abril, cuyas consecuencias afectaron hasta los actuales tiempos de la vida de la nación.

Cuando los jefes liberales acompañados por turbas machete en mano y de otro lado la policía montando férrea guardia, persuadieron a los uniformados con el argumento de que habían sido invitados por el Presidente, los liberales entraron a Palacio a pedirle a Ospina Pérez que renunciara y que Darío Echandía era la solución.  Que ni López Pumarejo, ni Eduardo Santos podían contener los desmanes.  El jefe del estado respondió categóricamente que la masacre no la había provocado el gobierno.  Y añadió que el Ejército estaba cumpliendo con el deber elemental de defender la Constitución.

“¿Ustedes lo que quieren es que el presidente se retire del poder? ¿A cambio de qué? Pregunto yo. ¿Con qué derecho se pide el mando a quien lo ostenta con toda legitimidad? ¿No es una manera de sugerir que el gobierno está comprometido con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán?”.  Fue cuando produjo la célebre frase sin ambages del caracterizado Mandatario: “Vale más un presidente muerto que un presidente fugitivo.”

Otro relato cuenta que junto al Ejecutivo estaba su esposa, la aguerrida y hasta temeraria Bertha Hernández de Ospina Pérez, así se firmaba, con revolver de gran tamaño al cinto.

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