La Nación
El arduo camino hacia la paz 1 28 marzo, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

El arduo camino hacia la paz

Luis Fernando Pacheco G.

La extensa duración del conflicto en Colombia lleva consigo el mito de connaturalidad entre la guerra y nuestra identidad nacional. A menudo convivimos con ideas sobre la conflictividad existente desde la misma llegada de los españoles al continente, o sobre un legado de odio imposible de superar. Esa serie de prejuicios se convierten en emblema nacional, generan una idea de fatalidad, es casi como entender la guerra como un sino trágico al que nos es imposible escapar.

Sin embargo, no es así. Pensar en la violencia étnica surafricana, en el conflicto de siglos en Irlanda del Norte o en la guerra de los Balcanes en los 90’s, pueden ser ejemplos inspiradores. Las comunidades pueden creer en la materialización de la paz: sociedades con grietas de odio muchísimo más profundas que las que se generaron en este país, pudieron recomenzar: algunas a partir de mesas de negociación, de procesos de verdad y memoria, de regeneración de sistemas políticos, entre otros.

La paz no resulta ser un camino fácil: incluye sacrificios, contempla promesas que probablemente no se cumplan, una capacidad de perdón que no se puede exigir de manera inmediata y absoluta por parte de las víctimas, un acto contrito por parte del propio Estado y de la misma sociedad. Alemania puede dar cátedra de ello: el proceso de responsabilidad moral del pueblo alemán tras el holocausto, la silenciosa complicidad de la sociedad con el régimen de Hitler y después la primavera de la década de los noventas tras la reunificación tras la caída del núcleo de Berlín. Hoy el país germano se levanta como bastión del desarrollo industrial, defensa del modelo liberal y de los valores de la Unión Europea, y coopera con procesos de reestructuración política y social, como el caso colombiano a través de la Fundación CAPAZ.

Tenemos el deber como sociedad de soñar con un país donde la violencia no sea la alternativa de resolver los conflictos. Otras sociedades pudieron lograrlo: nosotros no tenemos ninguna condición genética que no nos haga merecedores de poner fin a este derramamiento de sangre y vivir en paz.

Antes de cerrar: Un Alcalde enemistado con el ministerio público, la policía nacional y los medios de comunicación tiene la obligación de reflexionar. Su propio slogan de campaña es una buena brújula: “Primero Neiva”, las rabias personales, que vengan después.

@luisferpacheco