La Nación
La hora del espíritu en medio de pandemia 1 28 marzo, 2024
ACTUALIDAD

La hora del espíritu en medio de pandemia

 Es la hora del Espíritu, es la hora de Dios, es la hora del testimonio. Se abren de par en par las puertas del Reino de Dios para todos. La salvación de Dios ya no es exclusividad de un pueblo, de una raza, de una religión

 

Padre Elcías Trujillo Núñez

 «Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «Paz a vosotros». Dicho esto, les mostró sus manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Después de decir esto, sopló sobe ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar». (Juan 20,19-23) 

 

Con la festividad de Pentecostés, celebramos el nacimiento de la Iglesia, cuando los discípulos son revestidos de la fuerza de lo Alto. Se terminaron los miedos, las dudas, la tristeza, el encerramiento. Es la hora del Espíritu, es la hora de Dios, es la hora del testimonio. Se abren de par en par las puertas del Reino de Dios para todos. La salvación de Dios ya no es exclusividad de un pueblo, de una raza, de una religión. Allí aquel día estaban judíos presentes de todas las naciones y pueblos. En el Espíritu de Dios, toda la humanidad es una sola, todos somos constituidos hijos del mismo Padre. La Iglesia se hace católica, universal, abraza a todos, todos pueden entrar en ella. Nada de exclusivismos, nada de sectas. Dios es el Dios de todos. No ha triunfado el mal, ni la cruz.

 

En Pentecostés se realiza el triunfo del bien, de la verdad, del amor, de la vida. Todas las lenguas dispersas de Babel entonan aquí un canto maravilloso de hermandad. Las diferencias ya no son confusión ni enfrentamiento. Maravillosa unidad que respeta la diversidad.  Necesita tanto la Iglesia de este Pentecostés permanente del Espíritu, para que salga de sus miedos y deje de encerrarse sobre ella misma. Hay hoy un pesimismo en muchos cristianos, mucha falta de fe en la presencia del Espíritu entre nosotros. Pareciera que no hubiera llegado el primer Pentecostés.

 

Le cuesta a la Iglesia caminar al compás del mundo, con el mundo real. Sigue anclada en cosas que no son esenciales, en las formas, más que en el fondo. Las formas son pesos históricos humanos que no son permanentes. Cambian, porque el mundo cambia. Y si no nos ponemos en la sintonía de los cambios, corremos el riesgo de quedarnos encerrados en la sinagoga, en la secta, en el pasado. Me maravilla el dinamismo de este día de Pentecostés.

 

Me admiro ante la obra del Espíritu. De ese gran desconocido que le permitió a los santos Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y ahora al Papa Francisco abrir las ventanas de esta familia de Dios, para que entre el aire fresco de la acción misericordiosa del Señor. Para que reconozca la bondad y los signos del Espíritu en el mundo actual, invitándonos a vivir en la esperanza. No podemos desconocer que hay mucho trigo en la cizaña.

 

A veces echo de menos palabras más positivas, un talante más dialogante, un camino de mayor comunión y participación de todos en la Iglesia, una mayor voz de los laicos. Que venga el Espíritu y nos lleve a fuera, aunque no nos guste movernos, aunque no sepamos dónde nos llevará.

 

Confiemos en El, en sus dones, en su sabiduría, en la fuerza de su amor. Dejémosle que remueva los cimientos de nuestra comodidad personal y eclesial. No olvidemos que llevamos en nuestro interior, un Tesoro inmenso, una fuerza más poderosa que todas las bombas atómicas juntas, un poder más grande que el coronavirus para construir no para destruir. Desde el Bautismo se nos ha dado la vida de Dios y vivimos muchas veces como si nada de eso hubiera ocurrido en nuestra existencia.

 

El mundo actual, tan dividido como en Babel, necesita una palabra y un testimonio de unidad, de entusiasmo, de fe, de esperanza, de futuro, de paz. No encerremos ni ocultemos la fuerza arrasadora de Dios en nuestros pequeños y egoístas esquemas y nuestras estrechas miras. Respiremos el aire nuevo y fresco que nos trae la novedad del Espíritu Santo y dejémosle actuar en nuestras vidas, en la Iglesia, en el mundo. ¡Ven, espíritu santo, renueva en nosotros la belleza del evangelio! ¡Haznos instrumentos de la revolución de tu amor!

 

Nota: En este tiempo de Pandemia, le invitamos a seguir las celebraciones eucarísticas a través de Facebook live Citynet Timaná, por la emisora La Fiera FM radio y la Televisión local Ategaitana.