Carlos Eduardo Amézquita
“¡Ya está claro!” como lo decía Vicky Dávila – la célebre presentadora de Noticias a comienzos del siglo XXI – “Los ancianos se han puesto de moda, por múltiples razones”.
El presidente Duque, como buen experto en finanzas públicas, ha venido insistiendo en “ajustarnos al Nuevo Modelo de Desarrollo Global” considerando los “altos Costos de Oportunidad de la Pandemia”; es lo mismo que decir: “¡Ojo con los abuelos!”
Con ello se refiere al relevo generacional y al cambio tecnológico que deberá enfrentar el país y los empresarios, próxima/mente/.
Los “costos de oportunidad” constituyen el engome de los economistas. Y más para él, quien por varios años fuera representante de Colombia ante el BID.
Es cierto, en la vida organizacional de las empresas, se deben proponer preguntas claves: “¿Cuánto se gana y Cuánto se pierde al tomar una decisión?” “¿Cuál es la decisión menos costosa?” (Recomendable construir un largo listado de respuestas alternativas tomadas de Expertos, Asesores, Ministros, y Ex – Ministros, en las Mesas de Trabajo, etc…)
En este caso ¿Cuánto ganaría y/o cuanto perdería Colombia con el confinamiento? ¿Por qué los ancianos y los Adultos-Mayores se volvieron tan costosos socialmente ¿y de un momento para otro?
La única razón posible y aceptable, en principio, es que la población vulnerable de Adultos Mayores, autodenominados “negros, blancos, amarillos, mestizos e indígenas”, estaría conformada por “objetos/sujetos/de confinamiento”/; o sea que, ellos aún conservan conocimientos ancestrales e “información tecnológica-inteligente/estratégica”, vital para preservar vivo el Planeta, y que debe salvaguardarse celosamente. Es decir que ¡“Ellos Valen mucho billete!”.
Postdata: Por el contrario, los jóvenes, víctimas de los medios, la TV, de la internet, ya ni piensan… sólo actúan. ¡Santo cielo!