La Nación
Qué dolor, vergüenza e indignación 1 20 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Qué dolor, vergüenza e indignación

 

Antonio Roveda H.
Rector de la FET

 

He intentado evadir, intencionalmente, los temas tristemente dolorosos que vive el país y el Huila, dado que ya existen otros medios y cientos de periodistas expertos en narrar la dura realidad y los “dolores del mundo” mejor que yo: esta, en verdad, no es mi especialidad.

Sin embargo, queridos lectores, realmente es inevitable no expresar el profundo dolor, la sentida vergüenza y la molesta indignación que se siente frente a la avalancha de crueles noticas de agresión, violación, abuso y violencia en general contra las mujeres y los niños de Colombia y el Huila.

No es posible, y si aún nos queda mínimamente algo de dignidad, de respeto por el otro y de decencia, que aceptemos este horror humano, peor que la pandemia, que no cesa en nuestro país, pese a la presión social, a las protestas, a las continuas denuncias y al enorme repertorio de normas y leyes sobre el aumento de condenas y de penas a los acusados. Lo más triste del asunto, por no decir terrorífico, es que nuestros altos funcionarios de Gobierno, como el señor Fiscal de la Nación, alegremente cambie los términos de una “violación” por un simple “abuso”, a fin de amainar el nivel de crueldad del hecho, de que jóvenes militares hayan violado y abusado a una niña indígena. Qué horror. Si estos son los adalides de la justicia en nuestro país, aquellos que nos cuidan y amparan, me temo que estamos en manos del diablo.

Seguramente una amplia y engorrosa normatividad pueda de alguna manera alertar a los abusadores y violadores: es posible. También las protestas en las calles, las “condenas” por redes sociales y las denuncias por los medios de comunicación puedan servir para generar conciencia, prevención y denuncia frente al maltrato. No obstante, y a pesar de todas estas acciones (muy loables, por cierto), la tragedia de la agresión sexista y la violencia contra los niños sigue arraigada en el mundo y en nuestra (in) cultura nacional. Por ello, insisto (y persisto), que es en la verdadera educación en donde está la mejor “estrategia” para poder disminuir la violencia entre nosotros mismos. Es la formación en valores, como el respeto a la diferencia, el diálogo, la democracia, la equidad y el cuidado por los demás lo que, sin duda, puede evitar que nunca más se repitan casos, como el de la niña indígena Yuliana Samboní ni los de tantas mujeres cruelmente maltratadas en este país.