Los detalles desconocidos de la tragedia que no olvidan las familias de los 15 secuestradas el 26 de julio de 2001, en un solo golpe, en pleno corazón de Neiva. Una tragedia cuyas heridas no cicatrizan.
RICARDO AREIZA
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Si no hubiera sido por su costumbre de llegar tarde, el ex alcalde de Neiva, Héctor Javier Osorio habría vivido en carme propia el primer secuestro masivo ocurrido el 26 de julio de 2001, hace 19 años en el corazón de Neiva.
Ese jueves, desde el apartamento 1301 del edificio Torres de Miraflores, se escuchaban los gritos de júbilo entre la muchedumbre que se volcaba a las calles a celebrar la victoria. Colombia se impuso ante el seleccionado de Honduras, en la final de la Copa América, el espectáculo futbolístico más antiguo del mundo.
A un lado, Luis Felipe Rodríguez, sentado frente al computador, chateaba con su prima Pilar, radicada en Cali. Natalia, su hermana mayor, estaba recostada en la alcoba.
En la sala de recibo estaban sus padres, el empresario Aníbal Rodríguez Rojas y Carmenza Bríñez, cuando sonó el teléfono.
“Parece que esta vez sí vendrá”, explicó Aníbal sin saber lo que le esperaba. Desde temprano estaban esperando impacientemente una visita prometida del alcalde de Neiva, Héctor Javier Osorio.
A esa hora terminó el partido. Colombia venció 2-0 a Honduras y comenzó la locura.
La locura
Abajo, en el estadero El Triángulo, ubicado en la avenida La Toma con carrera Sexta, muchísimos hinchas celebraban el triunfo de Colombia y su paso al torneo continental. Entre ellos estaba el abogado Ricardo Gómez Manchola. Su esposa, la ex magistrada Nancy Ángel M üller se encontraba con su pequeño en otro piso del conjunto.
El ex gobernador Jaime Lozada Perdomo, asistía a un cóctel en Bogotá organizado por el ex canciller conservador Augusto Ramírez Ocampo. Su esposa Gloria Polanco, estaba en un apartamento cercano y sus dos hijos, Juan Sebastián y Jaime Felipe, hoy congresista, estaban en el mismo negocio observando la transmisión del partido en una pantalla gigante. Luego, en medio de la celebración regresaron al apartamento.
Quince minutos después de finalizar el partido se escuchó una fuerte detonación en el edificio Miraflores”, recordó Juan Carlos Cabrera, quien se encontraba departiendo con varios amigos en el establecimiento público.
De arriba se escucharon los disparos. Las detonaciones repetidas se sentían en toda la edificación. Después se escuchaba el tropel y los golpes en las puertas vecinas, en todos los pisos.
-¿Por Dios que está pasando?, preguntó la señora Bríñez mientras se dirigía hacia la puerta principal.
Abajo, en el apartamento 501 Stella Ramos, la esposa del empresario yagüareño Tulio Gutiérrez, se hacía la misma pregunta mientras abría la puerta.
-¡Somos del Gaula!- le respondieron mientras derribaban las cerraduras de las puertas a punto de fusil. En otros casos, colocaban explosivos en las chapas de las puertas.
-¡Salgan, salgan!- gritaban.
Quince hombres armados con pavas e insignias de la policía antinarcóticos y chalecos anti reflectivos ingresaban violentamente a cada apartamento con lista en mano.
‘Perín’ llevaba la lista de las personas que debía secuestrar.
Tulio Gutiérrez, de 70 años, quien estaba acostado, se levantó apresurado e intentó coger sus gafas. Fue sacado a empujones. Estaba descalzo.
Otro grupo, usando uniformes militares había llegado a la antesala del piso 13.
-¡Esto es una emergencia, salgan, salgan rápido!- les ordenaban.
Zozobra
Uno de los 75 hombres que participaron en la operación subversiva, se les acercó y les apuntó con un fusil. Otro de los uniformados tomó del brazo a Luis Felipe Rodríguez y lo sacó del dormitorio.
La misma escena se repitió con los demás miembros de la familia. El apartamento quedó vacío. Lucas el más consentido y juguetón de la familia no aparecía por ninguna parte.
En otro piso, el comerciante de café, Albertano Valencia enfrentó a los uniformados, pero fue sometido. Un fuerte golpe lo hizo rodar por las escaleras.
Todos los rehenes eran obligados a bajar por las escaleras en medio del tropel.
Mientras eran conducidos a la fuerza, el médico pediatra Carlos Enrique Vásquez, herido por una bala perdida en la pierna izquierda.
En la calle, la situación de zozobra no era distinta.
“Desde el estadero vimos cuando la guerrilla empezó a disparar directamente contra el local donde estábamos viendo el partido. Uno de los hombres vestido de policía lanzó una granada por la parte de atrás. Hubo destrozos y siete clientes heridos, entre ellos Gustavo Delgado, Romérica Campos, Luis Fernando Cabrera, y otros que no conozco”, relató el comerciante Gustavo Eduardo Delgado.
En la calle, frente a la entrada principal, un pequeño camión, de estacas, de color blanco, estaba parqueado en contravía. El vehículo, sin carpa, con placas CHP-883 llevaba pintados los emblemas de la policía y los custodios estaban vestidos como policías. Al otro lado estaba parqueada una camioneta Cheyenne de color rojo y otra camioneta gris cuatro-puertas.
‘Marulo’, sacó a los secuestrados del edificio y coordinó su traslado.
En el camión blanco, subieron a Gloria Polanco, a Tatán y Pipe y a los ocho miembros de la familia Rodríguez Bríñez y Bríñez Facundo. En los otros vehículos subieron al resto de secuestrados.
Cuando los secuestradores huían con las víctimas, aparecieron dos patrullas de la Policía. Hubo un fuerte cruce de disparos. “Por eso fue que nos atacaron porque pensaron que los policías se atrincheraron con nosotros en la caseta”, comentó Jorge Enrique Lozano, uno de los testigos. Tres policías resultaron heridos, entre ellos, el cabo primero, Ramiro Chilito Muñoz; el intendente Libardo Quimbaya y el agente Héctor Ávila Ibarra.
Arriba, en el último piso, Lucas, el viejo, renco y consentido French Poodle, de orejas lanosas y pelo gris, seguía escondido debajo de la cama, por un instinto canino que lo salvó de un destino fatal.
En cambio el ex alcalde de Neiva, Héctor Javier Osorio, por otro raro presentimiento, incumplió la cita, salvándose de esta tragedia cuyas heridas aun no cicatrizan.
Esa noche, supuestamente, comenzaba en Neiva, la guerra urbana que había anunciado meses antes, ‘El Paisa’, Hernán Darío Velásquez, quien dirigió personalmente, hace 20 años, el primer secuestro masivo en el corazón de Neiva, cuyas víctimas no quisieran recordar, y cuyos sus autores intentan sepultar con el olvido.
Las víctimas
Esa noche de terror, los guerrilleros de las antiguas Farc, secuestraron a 15 personas, varias de ellas menores de edad. Sin embargo, al llegar a la vereda El Triunfo en el corregimiento de El Caguán, seis de los secuestrados fueron dejados en libertad, entre ellos, Carmenza Bríñez, Luz Marina Facundo, los menores de edad Luis Felipe Rodríguez Bríñez, Aníbal Rodríguez Bríñez, Daniel Felipe Bríñez y Jaime Andrés Bríñez.
En poder de la guerrilla ya desmovilizada quedaron Gloria Polanco de Lozada y sus dos hijos Jaime Felipe y Juan Sebastián Lozada Polanco, Carmen Nancy Ángel Müller, Aníbal Rodríguez Rojas y su hija Natalia Rodríguez Bríñez, Jaime Bríñez Cuéllar (ya fallecido), José Albertano Valencia Falla y Tulio César Gutiérrez Rojas. Todos fueron conducidos hasta la zona de distensión, donde se adelantaba los diálogos de paz iniciados por el presidente Andrés Pastrana. Hoy todos reclaman reparación integral pero también justicia.
Demandas de reparación
Por el secuestro masivo se han fallado varias de las múltiples demandas por reparación. La primera demanda de reparación directa fue presentada el 20 de enero de 2005 ante el Tribunal Administrativo del Huila por Ricardo Gómez Manchola, esposo de la exmagistrada Carmen Nancy Ángel Müller, quien fue secuestrada y permaneció en cautiverio hasta el 15 de febrero del año 2003. Pagó por su rescate. La demanda incluyó a su hijo y parientes.
La segunda acción de reparación fue presentada el 12 de julio de 2006 ante el Tribunal Administrativo del Huila por el relecto congresista Jaime Felipe Lozada Polanco y sus hermanos Juan Sebastián y Daniel Julián Lozada Polanco. Su madre, Gloria Polanco, interpuso separadamente otra demanda, fallada en primera instancia el 24 de enero de 2018. También pagaron por la liberación. Duraron 36 meses secuestrados.
La tercera demanda fue presentada el 27 de octubre de 2006 ante el Tribunal Administrativo del Huila por Jaime Bríñez Cuéllar, Luz Marina Facundo Perdomo, quien actuó en nombre propio y en representación de su hijo menor de edad Daniel Felipe Bríñez Facundo, Jaime Andrés Bríñez Facundo y la sociedad Bríñez y Compañía Ltda.
La cuarta acción de reparación directa fue presentada el 27 de octubre de 2006 ante el Tribunal Administrativo del Huila por el constructor Aníbal Rodríguez Rojas; su esposa, Carmenza Bríñez Cuéllar, sus hijos Natalia y Luis Felipe Rodríguez Bríñez, y las sociedades Bríñez y Compañía Ltda. y Constructora Rodríguez Bríñez y Cía. Aníbal Rodríguez Rojas y su hija Natalia Rodríguez Bríñez, el cual se extendió hasta el 30 de octubre de 2004. La liberación se produjo previo el pago del rescate.
Las cuatro demandas fueron acumuladas. El Consejo de Estado confirmó el primer fallo pero estimó que la reparación de primera instancia no se ajustaba a la magnitud del daño ocasionado. La impugnación instaurada por la Agencia Nacional de Defensa Judicial acaba de ser rechazada.