Luis Fernando Pacheco G.
Los ojos de la sociedad internacional están sobre las próximas elecciones para inquilino de la Casa Blanca; desde la posguerra, la sucesión presidencial estadounidense es una prioridad para el globo en general. Más allá de ello, cada región atraviesa sus propios desafíos: la Unión Europea pone sus esperanzas en que la política de Francia y Alemania continúen lideradas por creyentes de la integración europea y no siga el camino espinoso de Reino Unido tras el BREXIT en 2016.
¿Y Latinoamérica? Sumida en una crisis de liderazgo que pronto cumplirá una década. Tras el esplendor neoliberal y la posterior crisis de finales del Siglo pasado, los nuevos liderazgos de la izquierda generaron una sinergia novedosa que aprovechó los elevados precios de las materias primas y que dio solidez financiera a buena parte de los países de la región. Aunque con estilos diferentes, pero puntos de encuentros ideológicos, Lula Da Silva en Brasil y Hugo Chávez en Venezuela asumieron el liderazgo de la región y generaron propuestas de encuentro como la UNASUR o el Consejo de Defensa Suramericano. En la contraparte, el liderazgo del entonces Presidente Álvaro Uribe Vélez, apoyado en minoría por otros países como Chile durante el primer gobierno de Sebastián Piñera o Panamá tras la asunción de Martinelli, en 2009.
Hoy, más de una década después, siete años después de la muerte de Chávez, con UNASUR cerrado y el testarudo converso de Almagro en la Secretaría General de la OEA, el panorama es desolador, y promete muy poco para los aciagos años venideros. Venezuela y Argentina se ven incapacitados para asumir un liderazgo regional cuando la misma crisis económica los devora progresivamente (en escalas diferentes, pero poco esperanzadoras para ambos países), Perú y Chile navegan en profundas crisis políticas sucesivas: las del país inca a raíz de la crisis que originó Odebrecht y la de su vecino austral a raíz de la explosión social que se generó a finales del año pasado y que tiene al gobierno en medio de un complejo, pero urgente, proceso constitucional. ¿Qué decir de los risibles liderazgos de Jair Bolsonaro en Brasil o Andrés Manuel López Obrador en México? Desde orillas ideológicas distintas y con motivaciones opuestas, ambos encarnan las consecuencias de un coctel peligroso: neopopulismo nefasto y baja competencia. Son los únicos con deseos de asumir liderazgos regionales que nadie sigue por la poca credibilidad de quienes los lideran; el Grupo de Puebla parece una parodia de remedo de lo que fue hace años el Grupo de Sao Paulo y Bolsonaro es visto con escepticismo aún entre las potencias donde encuentra convergencia ideológica.
De la posición colombiana y la crisis venidera… hablamos la próxima semana.
@luisferpacheco