La Nación
Otra columna pesimista: 1 25 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Otra columna pesimista:

José Joaquín Cuervo Polanía

 

Que también la justicia y los procesos judiciales hayan sido tomados por la irracionalidad y la contradicción es un baremo del estado de cosas caóticas; son tantos los hechos, tantas interpretaciones de la realidad colombiana, tal el caleidoscopio destrozado por el sentido común impuesto por el poder económico y comunicacional que todos nos hemos vuelto presas de la incertidumbre y el miedo.

Colombia encerrada en el dilema de tratar de explicar su historia o bien desde el eterno retorno (la tragedia de asistir a hecatombes inevitables de manera impotente) o la insoportable levedad del ser. Colombia entre caos y el orden; entre lo apolíneo y lo dionisiaco. Eso y más, es lo que me hace pensar el futuro inminente y político del 2022. Nada es casual, todo hace parte de un complot; el individualismo egoísta de los colombianos ha sido el caldo de cultivo, ha sido la ocasión. Los intereses creados han sido la condena de la conciencia crítica, de la democracia irreflexiva, de la banalidad del mal. ¿Cómo leer el hecho de haber sacado del camino al Gobernador de Antioquia? ¿Cómo leer la cacería de brujas a Fajardo? ¿Cómo interpretar la manipulación constante de la imagen de Petro? ¿Qué pensar de los medios que han tomado partido por la derecha y por la extrema derecha, tornándose en su propaganda y en su estrategia comunicacional? Ante la vista de todos los colombianos la repetición de una mentira se va volviendo una gran verdad.

Los perseguidores y los victimarios son ahora las víctimas perseguidas. La verdad es la gran sacrificada del país impúdico de Vallejo. La corrupción es la regla del poder, el motor de algunos, el escándalo banal para quienes ya la ven como algo natural. Todos tenemos nuestros pecados: nadie quiere dar cuenta, nadie quiere comprometerse; la cosa política y la cosa pública es cosa ajena. Que otros sean los mártires, lo males les suceden a otros, eso no me toca a mí, que otros hagan por mí.

La izquierda aun no madura, aun encerrada en el síndrome de Orestes, sus egocentrismos no permiten unirse contra el imperio del mal. Claudicaremos porque nuestra suerte y nuestras luchas las pusimos en la egolatría de Robledo, de Petro, de Fajardo, de Claudia López, de Romero. Los del Centro real: Lara Restrepo, Barreras, Velasco, Benedetti, los nuevos convivialistas, tampoco renunciarán al egoísmo genético colombiano. Vargas Lleras no se levantará de su postración, el verde seguirá marchitando su clorofila, De la Calle, el que todos pensamos como el mejor, no podrá nunca reunir consensos, Rodolfo Hernández el arlequín rimbombante.

Consumarán el sino trágico que en el 2022 también se emparapete y triunfe el que nuevamente diga Uribe.  Tragedia es que esa fuerza extraña nos conduzca al cadalso irremediablemente. Tragedia es que pronostiquemos el fracaso, la miseria, la desesperanza y nada podamos hacer ante el daño y la muerte inminente.