Rodrigo Villalba Mosquera
El 9 de abril de 1948 matan a Gaitán, y su crimen aún está por esclarecerse, a pesar de quien siendo director del Partido Liberal, y sin duda adportas de ganar la presidencia si los instrumentos democráticos lo hubieran permitido. Gaitán era sobre todo un líder popular, un caudillo “un hombre del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”, parodiando al expresidente estadounidense Abraham Lincoln. Lo dijo Gaitán: “yo no soy un hombre, soy un pueblo”
Cuando asesinaron a Gaitán: “primero fue el desconcierto, después la indignación, luego sopló una ráfaga de cólera que encegueció las conciencias. La historia de Colombia tomó otro rumbo. Ya el país no regresaría jamás a lo que había sido hasta las 13:45 del 9 de abril de 1948”, escribió Anibal Noguera Mendoza de la Academia Colombiana de Historia. “Jorge Eliecer Gaitán había despertado las esperanzas de las gentes, que consideraron el magnicidio como la frustración de sus sueños democráticos”.
El asesinato de Gaitán produjo enormes protestas populares inicialmente en Bogotá y luego a nivel nacional conocidas como el “bogotazo”, y el inicio de un periodo sangriento en la historia del país conocido como la “violencia”.
Gaitán dirigió su acción política contra la oligarquía y por la restauración moral. Acuñó la frase que el hambre no tiene color político. Era un caudillo de verdad; a inicios del 48, al saberse la noticia de la masacre de varios copartidarios, organizó varias marchas multitudinarias, entre las que se conocen la “marcha de las antorchas” y la “marcha del silencio”; en esta última, elevó una plegaria al presidente Ospina para que ayudara a cesar la violencia y permitiese unas horas de silencio por las víctimas, durante las cuales solo se oyeron banderas y pancartas movidas por el viento. En unas de sus últimas intervenciones públicas, Gaitán soltó esta demoledora proclama: “cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es el pueblo, y no una multitud anónima de siervos”.
Pareciera que Colombia estuviera condenada, de una u otra forma a disímiles expresiones de violencia. Que aún no cesan, tampoco la impunidad, ayer con Gaitán, hoy con centenares de líderes sociales y reinsertados, que se mueven en la incertidumbre y zozobra que causan esas manos siniestras de fuerzas oscuras. Y el otro flagelo que no cesa es el de la inequidad, acordémonos que Colombia es el cuarto país más desigual del mundo. Caldo de cultivo para cualquier revolución o el populismo (de derecha o izquierda).
Urge un giro en el modelo económico hacia un capitalismo con un nuevo contrato social. Y también un giro en la política que interprete esta realidad de hoy y que sea más de corte socialdemócrata.