Durante la guerra histórica que caracteriza a los pueblos de Colombia, los niños y jóvenes son los que han sufrido las peores consecuencias. Durante la guerra histórica que caracteriza a los pueblos de Colombia, los niños y jóvenes son los que han sufrido las peores consecuencias. Por esta razón, el pintor Phanor Satizabal, quien trabaja el tema de la violencia infantil desde hace dos años, responde a LA NACIÓN su percepción sobre la violencia infantil en Neiva y de qué manera es abordada desde sus obras, las cuales han recibido fuertes críticas de la opinión pública pero que, pese a sus contradictores, continúa exponiéndolas como una manera de denunciar la violencia en que se encuentra sumida la infancia neivana. Germán Osorio Arias Especial, La Nación
Niños amarrados con láminas oxidadas, trampas para ratón y alambres con púas, ¿en qué consiste su obra? Es una reflexión que hago sobre lo que hacemos nosotros con los niños. Convertirlos en elementos de múltiples usos. La ciudad para un niño es una trampa, es, a mi parecer, lo más peligroso que puede tener. Hoy en día, mandar a un niño a la tienda implica no saber si el niño regresa. Sea en Medellín, Cali, Bogotá, Neiva, uno no sabe si el niño vuelve. Ahora, ya sea porque le cayó una bala perdida, o fue víctima de los falsos positivos, o lo desaparecieron para vender sus órganos, lo cierto es que corren el riesgo de no volver a casa. Es una forma de denunciar la violencia que viven los niños en las diferentes comunas de la ciudad, del país y del mundo en general. ¿Por qué esa inclinación a la parte infantil? Hoy en día en las relaciones sociales, tanto en Colombia como a nivel mundial, se olvidaron de que el futuro está en manos de los niños. Entonces me preocupé y pensé que aquí lo que están creando son monstruos para el futuro. Están dañando el futuro de los niños porque lo único que hay es irrespeto hacia ellos. Entonces dije ‘pues voy a trabajar ese tema para mostrar la realidad de los niños’. Es una denuncia de la descomposición, es un trabajo con contenido netamente social. Por ejemplo, con esa tragedia de las balas perdidas, lo que ocurre realmente es que la gente se está dando bala, las balas perdidas no las dispara un santo o un pajarito que venía volando, lo que pasa es que estamos en un país donde la cultura es darse bala y desafortunadamente caen los niños en ello. ¿Qué piensa la gente de lo que ven en su casa? Este sitio se ha vuelto muy curioso porque por aquí pasa mucha gente, muchos carros. Entre los que pasan algunos aprueban, otros desaprueban y les parece que es la casa del sádico, creen que matamos niños, no entienden el mensaje. De todas maneras, la violencia que hay en Colombia contra los niños no es abstracta, pero para los que no entienden, es independiente y creen que no tienen compromiso con la sociedad. Si tú haces un trabajo como este, pues entonces te juzgan de ser el que daña, destruye o corrompe. Inclusive, ha habido señoras que se paran a echar la bendición, a orar. Hay gente que se ha reunido para hacer una carta para enviarla a la alcaldía con el fin de que me hicieran quitar las obras. Pero qué hacemos si la gente, no toda, también hace parte de ese proceso de destrucción y no lo saben. Hay un autorreconocimiento parcial que incapacita a la sociedad para verse a sí misma. ¿Qué está pensando la gente de sí misma? La gente repito, no toda, no entiende que el miedo es utilizado de forma estratégica para crear individualización entre el núcleo social, hasta el punto en que tú te vuelves violento igual que ellos, omitiendo cualquier pensamiento crítico frente a la descomposición que experimenta la sociedad. Todo ese cuento de los grupos armados, la violación a los Derechos Humanos y demás, además de su violencia directa, tiene como finalidad crearle miedo a la gente, porque el terror es una manera de dividir al uno del otro. Es curioso que hoy en día casi nadie se sienta a hablar del conflicto, prefiere hablar de banalidades, mientras que en tu alrededor se están dando cualquier cantidad de vejaciones. La naturalización de la violencia es una de las principales causas para que las personas renuncien a pensar la violencia de forma crítica. Nosotros venimos arrastrando una violencia desde la conquista. Desde el punto de vista sociológico, la violencia ha sido vista como una manera de defendernos del otro. Con el tiempo, esa violencia se volvió una costumbre hasta el punto que las personas pierden desinterés, se vuelven indiferentes, no les interesa si la gente se está matando o no. Entonces nos acostumbramos a vivir armados como única forma de afrontar el conflicto social, porque la violencia no es un fenómeno individual sino social. Tampoco hay que olvidar la influencia que los medios de comunicación ejercen en este sentido. ¿Cómo se da esa violencia hacia el niño? ¿Cómo iniciamos nosotros nuestras primeras prácticas de la violencia? Con los niños, porque son seres indefensos. Curiosamente me encuentro que en el departamento del Huila una forma de violentar al niño es utilizar el término de ‘cállese la geta, usted no se meta’. La segunda acción contra el niño es desvalorizarlo, no reconocerlo como niño, como individuo. Desvalorizarlo haciéndole creer que él no sabe nada, decir ‘no se meta que usted no sabe nada’ eso es un delito. Es que me estoy metiendo no porque sepa sino porque quiero aprender. Es esa forma en que el adulto ve al niño. Entonces vemos cómo desde pequeños le vamos metiendo ese miedo a los niños, ese pánico frente al otro. La violencia contra el niño no es solamente parirlo y botarlo a una caneca, o golpearlo, sino también es no reconocerlo, no valorarlo, es negarle su posibilidad a sus valores humanos. Vemos entonces que todos esos niños crecen con su autoestima destruida. ¿Qué papel ejerce la escuela en este tema de la violencia infantil? La educación no es una institución para elevar el espíritu, ni la autoestima ni el conocimiento del niño. Existe sencillamente para dominarlos, como hicieron los ingleses y norteamericanos con los indígenas y negros, ‘tú eres inferior a mí porque yo sé leer y tú no’. Ocurre que muchos profesores no están interesados en valorar la capacidad humana de un niño, muchos, no todos, han venido formándose con una concepción europea para decir que sabe matemática o geografía. Antes que aprender biología, matemáticas, ciencias o arte, lo que tiene que hacer la educación es enseñarle al niño a autoestimarse, autorreconocerse, a tomar control de su gran poder de decisión. Es evidente que no sabemos comunicarnos, no hay diálogo, por qué, porque los mismos profesores y padres son producto de esa violencia, todo ello es una cadena infinita. Por eso utilicé para mi exposición el nombre ‘Guarderías’, que es un nombre con doble significación. Cuando ha ido a las comunas de la ciudad, a esa otra Neiva, ¿Qué ha visto? He visto el conflicto tal cual es. Sobre todo el rostro de los niños que no parecen niños sino ‘monstruos’. Se supone que un niño no debe tener su rostro ‘magullado, descompuesto’. No vi a un niño al que pudiera vérsele su rostro de ternura o candor. Todos tienen un gesto de violencia. Igualmente ese gesto es el repetitivo en su papá, mamá, hermanos y primos porque todos ellos vienen de esa violencia. Ese entorno en que viven produce alienación, una casa que no es una casa, sino una cueva de tablas y fibra llena de ratones y cucarachas. Niños que crecen en entornos descompuestos, en medio de sociedades violentas. ¿Qué deben hacer los adultos frente a la violencia infantil? El mayor problema por supuesto es la incapacidad del adulto de poder analizar más a fondo las dimensiones de la violencia, por qué, porque la mayoría de estos adultos son analfabetas frente al conflicto, no tienen argumentos para educar, poco se estudia, poco se lee. Si algo me llamaba la atención cuando entraba a las casa de algunas personas de esas comunas era que uno veía tres hasta cuatro televisores pero nunca una biblioteca. Cómo hacen para educar personas si no tienen conocimiento histórico de sí mismos ni del desarrollo de los valores humanos. Entonces, si se porta ‘mal’, golpean al niño y le hacen creer que el niño está loco, que es un psicópata. Qué les queda a los niños si los adultos no tienen las suficientes bases para analizar el problema. El problema central que tiene Colombia es la vulneración y persecución hacia los niños. “Antes que aprender biología, matemáticas, ciencias o arte, lo que tiene que hacer la educación es enseñarle al niño a autoestimarse, autorreconocerse, a tomar control de su gran poder de decisión”. Si algo me llamaba la atención cuando entraba a las casa de algunas personas de esas comunas era que uno veía tres hasta cuatro televisores pero nunca una biblioteca. Cómo hacen para educar personas si no tienen conocimiento histórico de sí mismos ni del desarrollo de los valores humanos