Esa esquina de la Calle 51 con Carrera 27 del barrio Villa Cecilia en el nororiente de Neiva es la preferida por muchos para deleitar las tostadas empanadas, pasteles, papas con salchichón y aloja que prepara Luz Marina. Gracias a su esfuerzo, esta madre huilense de 45 años de edad, ha podido sacar adelante a su único hijo, quien hoy ya cursa séptimo semestre de Ingeniería Ambiental en una universidad de la ciudad.
Luego de separarse de su compañero sentimental, Luz Marina quedó sola con su hijo. Sin ser profesional y con los escasos ingresos que ganaba laborando en casas de familia, decidió empezar con el negocio de las empanadas el cual ve como una bendición, pues con este ha podido mantenerse económicamente durante todos estos años, pagar el arriendo de una casa donde vivir y darle estudio a su hijo.
Nunca había hecho empanadas, pero sus laboriosas manos aprendieron de la abuelita de su hijo Fabián a fabricarlas y poco a poco fue prosperando en las más deliciosas empanadas que se conocen en Villa Cecilia.
“Esto no se da de la noche a la mañana, tiene uno que tener mucha paciencia”, asegura Luz Marina, mientras echa a freír en la paila llena aceite hirviendo media decena de empanadas.
“El trabajo dignifica”
Muchos pensarían que es un trabajo fácil, pero la jornada de Luz Marina empieza a las 5:30 de la mañana y termina a las 7:00 de la noche. “En la mañana me dedico a preparar todo y a las 3:00 de la tarde salgo a vender”.
Su hijo Fabián le colabora en el negocio y los fines de semana conduce un taxi. A Luz Marina también al acompaña su mamá de 82 años de edad, quien sentadita y apoyada de una bastón, saluda con gracia y amabilidad a los clientes.
“Yo mantengo también a mi mamá, ella no recibe subsidio económico del Gobierno porque mi hoja de vida del Sisben aparece con calificación de 45”, comenta.
La humilde familia de Luz Marina se siente contenta por ella porque ha podido salir adelante con su hijo.
“Que me dejen seguir trabajando”
Pese a que muchas personas en el barrio le tienen gran afecto y admiración a Luz Marina, ella manifiesta que también algunas personas de la comunidad la quieren sacar de esa denominada zona verde donde ubica su negocio de empanadas, piensan que se está usufructuando del espacio público, por eso ella solo pide que la dejen trabajar porque realmente lo necesita.
“Con 45 años que tengo ya es difícil que lo empleen a uno en una empresa y siento que aquí no le estoy haciendo estorbo a nadie, no estoy invadiendo ni contaminando, por el contrario creo que le presto un servicio a la comunidad que puede venir y comer a bajo precio y limpio. Yo le envié una carta al alcalde pidiéndole de corazón un permiso para yo poder seguir trabajando acá, porque con tanto desempleo que hay, no sé qué me pondría hacer y mi sueño es que mi hijo termine la universidad para que pueda ya trabajar”.
Diariamente la laboriosa madre de familia hace 100 empanadas, 30 pasteles y 15 papas, aunque dice que este mes las ventas se han bajado. “Uno tiene que subsistir con lo que le llegue, así que mientras pueda hacer empanadas, trabajaré”, dice Luz Marina, quien personifica la situación de miles de mamás huilenses que se rebuscan honradamente la vida, movidas por el amor a sus hijos y a las necesidades económicas.
Su jornada inicia a las 5:30 de la mañana y termina a las 7:00 de la noche.
Luz Marina aprendió hacer empanadas y se arriesgó a poner el negocio.
Pide que la dejen continuar trabajando en su carpa de la esquina.