Por: Consuelo Serrato de Plazas
¿Abres el periódico, prendes la televisión, te conectas a internet, accedes a la web o a cualquier otro medio masivo de comunicación y solo te encuentras con una sobrecarga de noticias negativas?
Mantenerse informado del acontecer cotidiano se constituye en insumo fundamental para la vida en comunidad, porque al margen de situarnos en la realidad que vivimos, contribuye a desarrollar un razonamiento crítico de cara a la toma de decisiones.
Con todo, en ocasiones el precio de estar ampliamente informado es muy alto. A nivel personal debo confesar que en el afán por mantenerme al tanto de los últimos acontecimientos, concretamente, en el marco de la crítica situación por la que atraviesa nuestro país, tras las multitudinarias movilizaciones y jornadas de protesta, en medio de una letal epidemia que amenaza con colapsar el sistema sanitario, han surgido desde mi naturaleza emocional, estímulos adversos asociados a niveles altos de estrés y desmotivación que de no prestarle la atención debida podrían terminar deteriorando mi salud física y emocional.
Valga señalar que sea cual fuere el contexto de los sucesos que se transmiten, que a decir verdad no nos afectan a todos por igual, sí conlleva -querámoslo o no-, un trasfondo negativo que incide de manera directa en las expectativas a futuro en relación con nuestro entorno y con nosotros mismos. Por consiguiente, «es bueno que pongamos algún filtro a la información para que no se convierta en algo obsesivo» tal y como lo recomienda el experto Xavier Gómez-Batiste.
¿Cómo lidiar entonces con el mal hábito de permanecer aferrados en un ciclo noticioso donde predominan sucesos negativos que solo provocan sensación de malestar y desesperanza?
Ante este complejo panorama es necesario tomar conciencia del riesgo y la peligrosidad que conllevan ciertos contenidos informativos. En tal sentido es necesario que como espectadores, dosifiquemos la exposición excesiva y prolongada al consumo de noticias negativas, enterándonos primordialmente de lo esencial y dedicando tiempo a aquellas actividades y rutinas que salvaguarden nuestra calidad de vida emocional, pues como bien lo advirtiera el ensayista, Nassim Taleb: «Cuantos más datos tengamos, más posibilidades tenemos de ahogarnos en ellos».