En la reciente Conferencia de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (Río+20), hubo un planteamiento diferente a las declaraciones generales que suelen caracterizar este tipo de eventos, por considerarla como un “pare en el camino” para revisar lo que se está haciendo, lo retomo en esta oportunidad. En la reciente Conferencia de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (Río+20), hubo un planteamiento diferente a las declaraciones generales que suelen caracterizar este tipo de eventos, por considerarla como un “pare en el camino” para revisar lo que se está haciendo, lo retomo en esta oportunidad. Se trata del discurso de José “Pepe” Mujica, Presidente de Uruguay, país con una población de apenas 3.200.000 habitantes, pero con 13 millones de los mejores vacunos del mundo y más de 10 millones de ovinos, exportador de alimentos, en especial de lácteos y carne. El Presidente vive de manera sencilla, de los U$12.500 que gana mensualmente, dona U$11.250 a fundaciones sociales. En su memorable discurso Mujica planteó que: “el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad humana, del amor, de las relaciones humanas, de cuidar a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental… cuando luchamos por el medio ambiente, el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana”. Sólo una persona con la madurez de los años, un estilo de vida al servicio de su país y el interés en construir una sociedad más digna y justa, puede hacer un planteamiento tan sencillo y profundo. El ilustre Presidente llamó la atención sobre los efectos de un modelo de desarrollo basado en el consumo y el despilfarro de sociedades opulentas como las occidentales. Se pregunta ¿Qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? ¿Existen condiciones para para que 7000 u 8000 millones de personas en el mundo, puedan tener el mismo nivel de consumo y despilfarro de las sociedades occidentales? Mujica plantea una reflexión de fondo: ¿Estamos gobernando la globalización o la globalización nos gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que estamos todos juntos, en una economía basada en una competencia despiadada? ¿Cuáles son los límites de nuestra fraternidad? Una gran conclusión del expositor es que la crisis no es ecológica, sino política. Todo indica que el hombre no está gobernando las fuerzas que ha desatado, sino que, al contrario, son las fuerzas del mercado las que gobiernan al hombre. Ejemplos de esta realidad es la exagerada tendencia al consumo que lleva a niveles de endeudamiento permanente para pagar las cuotas y a una nueva forma de esclavitud, ya no física, sino mental, propia de la “posmodernidad” en la que muchos personas se vuelvan psicóticas, acríticas y no conscientes de que “pobre es el que necesita mucho”.