Agricultura y sustitución de cultivos

La actividad agraria del campesino pobre (más del 80%), bajo las condiciones de  productividad y competitividad que tiene que enfrentar, no es viable. Generalmente tiene que cultivar sobre superficies de alta pendiente y deficiente potencial micro-nutricional del suelo. Esas condiciones podrían mejorarse con aplicación de micronutrientes y asesoría técnico-científica. Pero no dispone de asesoría y los costos de insumos agroquímicos son prohibitivos e incosteables. Además, siempre está expuesto a las contingencias del clima, sin riego, sin garantías de cosecha ni de comercialización y frente a la competencia de productos importados, de países de alto rendimiento agrario, que se intensificó a partir de la Apertura Económica iniciada en los años 90 e hizo metástasis con el TLC.
Es una conjunción de factores que explica y hasta justifica que muchos campesinos decidan cultivar coca, único cultivo que les deja algún margen de utilidad y a sabiendas de que a ellos solo lega un escaso 10%, del negocio final, logrado a través del narcotráfico-consumidores.
Legal y moralmente, nadie puede obligar a alguien a trabajar a perdida.
Con la apertura de los años 90, el área cultivada descendió en más de dos millones de hectáreas y al mismo tiempo crecieron exponencialmente las importaciones de alimentos, que se producían y pueden producirse en la actividad agraria colombiana. Más de 10.8 millones de toneladas de alimentos, fueron importadas  en 2015.
De esa manera, se agudizó la pobreza de los colombianos pobres  del campo y crecieron;  la pobreza, la migración del campo a la ciudad, los cinturones de miseria en la periferia de las ciudades, la informalidad, el rebusque, el desempleo, la indigencia y la inseguridad ciudadana.
La solución del conflicto socioeconómico colombiano, tiene que ocuparse de resolver la problemática socioeconómica nacional en general y en particular, la derivada de decisiones tomadas para congraciarse con objetivos del capital transnacional, específicamente con la sustitución de la producción nacional, por la importación de alimentos de países desarrollados, sin  asumir las responsabilidades debidas, con los productores nacionales pobres, específicamente, con el subsector agrario nacional.
Ahí se localizan causas y catalizadores del conflicto, que fue objeto de negociación para resolverlo y así  se convirtió en obligación de cumplirlo,  uno a uno los puntos del acuerdo,  sin maquillaje de cifras, sin sesgos populistas, para  despistar a incautos, sin mezquindad y con absoluta responsabilidad política.
Lo relativo a la sustitución de cultivos ilícitos, debe convertirse en oportunidad para estructurar políticas de estado, sobre producción agraria, para mejorar, la que  hasta hoy desarrollan los campesinos colombianos. Debe hacerse  con base en políticas de uso técnico y científico de la tierra (Ley Orgánica del Ordenamiento Territorial), para alcanzar rendimientos (productividad) rentables y lograr sustitución de importaciones, como le recomendó el novel  Joseph Stiglitz, recientemente al Presidente Santos. Es un desafío e imperativo  para la solución del conflicto colombiano. 

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