No es un superhéroe ni tiene súper fuerza, pero usa su cabeza para cargar neveras, estufas, muebles, animales y hasta personas enfermas, por lar largas y difíciles trochas de la vereda San Bartolo en el corregimiento El Caguán. No es un superhéroe ni tiene súper fuerza, pero usa su cabeza para cargar neveras, estufas, muebles, animales y hasta personas enfermas, por lar largas y difíciles trochas de la vereda San Bartolo en el corregimiento El Caguán. A Alonso Gutiérrez, un campesino humilde y común pero reconocido por su gran corazón, se le conoce como ‘El Carguero de San Bartolo’. Crónica. MILTON JAVIER GUARNIZO LOSADA LA NACIÓN, NEIVA Reside en una casa de bahareque muy humilde, ubicada en una de las lejanas montañas de la vereda San Bartolo del corregimiento El Caguán, a tres horas y media de Neiva. Aunque vive en la extrema pobreza, Alonso Gutiérrez Arias, un campesino como cualquier otro, es único en su oficio como carguero. El hombre de 60 años de edad, a quienes todos conocen como ‘El Carguero de San Bartolo’, un título que se ha ganado ejerciendo una labor que muchos califican como un arte, durante años ha llevado sobre su cabeza neveras, estufas, muebles, cargas de café, terneros, cerdos y hasta personas enfermas por las trochas que comunican a las fincas de San Bartolo, una zona de difícil acceso que no cuenta con las vías y los medios de transporte necesarios. No es un superhéroe, ni cuenta con súper fuerzas, pero en San Bartolo todos lo admiran por lo que hace. Se alimenta de los productos que se cultivan en la vereda y su principal virtud no radica en su fuerza física, sino en la voluntad y el cariño con que presta sus servicios a la comunidad. Irónicamente Alonso transporta por los difíciles caminos y las pendientes de la zona las neveras, estufas y muebles que no tiene en su hogar. Prepara sus alimentos en una hornilla artesanal y los únicos muebles con los que cuenta son unos viejos asientos que usa para trasladar a personas enfermas de la zona hasta el sitio conocido como San Alfonso, donde arriban los carros que se movilizan hacia El Caguán y Neiva, pues en San Bartolo no hay un puesto de salud. A pesar de que en los caminos de San Bartolo, destruidos por el invierno, los medios de transporte más comunes son los caballos y las mulas, Alonso es considerado el más demandado por la comunidad de la región, no sólo por su eficiencia y el cuidado con el que lleva sus cargas, sino por el sentido humano con el que desarrolla su labor como carguero. Una labor heredada El oficio de carguero lo ha desempeñado desde muy joven. Alonso asegura que lo aprendió de su mamá, una mujer de raíces indígenas que nació en el municipio de Nátaga, en límites entre Huila y Cauca. “Toda mi vida he sido carguero. Mi mamá me acostumbró a cargar a la cabeza desde que tenía siete años, eso fue lo primero que me enseñó en la vida. También me formó para las labores del campo y es por eso que durante mis 60 años de vida no he pasado necesidades, porque yo hago cualquier trabajo”, afirma Alonso, mientras se toma un vaso de agua de panela. Este humilde campesino asegura que inició su labor como carguero, llevando sobre su cabeza un morral. Su trabajo se hizo más complejo con el paso de los años. “Como carguero yo he transportado bloques de madera, animales como becerros, cerdos; me los monto a la cabeza y los saco hasta las fincas o hasta donde haya que llevarlos”, dice el campesino. La energía eléctrica llegó hace ocho años a San Bartolo y desde entonces los servicios que presta Alonso adquirieron mayor demanda. ‘El Carguero de San Bartolo’ recorre permanentemente las duras trochas de la vereda, acabadas por las lluvias, en recorridos que duran entre dos y seis horas de camino, con muebles y electrodomésticos a la espalda, dependiendo de la distancia a la que se encuentre la finca destino de la encomienda. “He transportado neveras, televisores, estufas y armarios de madera, que es lo más difícil de cargar porque son muy pesados y estorbosos”, agrega Alonso. Y como por si fuera poco, por la cabeza y espalda del humilde campesino, nacido en San Bartolo y quien es el mayor de los 22 hijos que tuvo su papá en dos matrimonios, han pasado incluso personas y animales. “He cargado personas enfermas, las acomodo en un asiento y las amarro con una sábana o una toalla y me los cargo a la cabeza, hasta el lugar donde llegan los carros, porque en San Bartolo no hay un puesto de salud. He cargado personas a tres horas de camino, de distintos tamaños y contexturas”, añade Alonso. El hombre asegura que se siente afortunado de desempeñar una labor que lo ha llevado a departamentos como Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima y Huila, regiones que recorrió por años prestando un servicio social. “En varios ocasiones sucedió que las personas resultaban heridas por riñas y tocaba sacarlas hasta el puesto de salud o hasta donde llegaban los carros para evacuarlos”, expresa Alonso, quien afirma sentirse joven, por lo que seguirá desempeñándose como carguero hasta que su cuerpo se lo permita. Los secretos de su oficio Para este hombre, las claves para realizar la difícil labor de carguero no están en comer de una manera particular o en tener una fuerza física única. Según Alonso, su habilidad radica en su fortaleza mental, en las técnicas que usa para transportar los pesados objetos y en la buena voluntad que siempre tiene para atender cualquier petición por parte de los habitantes de las 31 casas que tiene San Bartolo. “Algo fundamental en esto es la resistencia, que no es tanto física sino mental. Cuando yo me cargo una nevera, que normalmente pesa cuatro arrobas, no se puede descargar en cualquier parte. Cuando la vuelvo a cargar lo hago con mucho cuidado, porque cualquier golpe la puede dañar. Así pasa con todo. Lo principal en este oficio es la voluntad, las ganas de hacer las cosas, porque cuando uno las hace bien la gente agradece”, explica Alonso. Aunque no tiene una dieta específica, considera que en los alimentos que cultiva en la humilde casa de bahareque donde vive hace siete años y que es de propiedad de su actual mujer, así como la carne de los animales que caza, encuentra la fuerza que necesita para realizar su labor. “Me alimento de lo que cultivo: yuca, plátano, maíz. La mayor parte soy vegetariano, me gusta mucho la verdura; para mí son claves la carne de monte, el pescado y los huevos. Consumo carne de res pero muy poca. Acostumbro a cazar guaras, armadillos, gurres. Para mí es fundamental que a donde vaya no falte la comida porque el esfuerzo que hay que hacer es grande”, manifiesta Alonso. La humildad, su principal arma Alonso vive en una sencilla vivienda junto con su compañera sentimental, Belarmina Lozada Gutiérrez, una mujer de 85 años de edad. Él cuenta con la compañía de Brenda y Kike, dos perros que siguen sus pasos cada vez que el hombre sale a recorrer las fincas de la vereda, en busca de trabajo para obtener el dinero necesario para el sustento de su hogar. En su residencia, que cuenta con una habitación y una cocina de bahareque, Alonso no tiene electricidad y mucho menos la nevera, el televisor o los muebles que por años ha transportado por las montañas de San Bartolo. “No tengo nevera, aunque las he cargado por años a las diferentes fincas de la vereda”, dice Alonso, quien agrega que su principal motivación no es el dinero. Aunque no pretende enriquecerse, él asegura que la tarifa que cobra por sus servicios como carguero depende del peso de la carga y la distancia a la que debe llevarla. “Yo cobro de acuerdo a qué tan lejos está el sitio al que hay que llevar las cosas, y al estado en que se encuentre el camino. Transportar una nevera vale entre 30.000 y 100.000 pesos. El dinero es algo simbólico para mí, porque lo más satisfactorio en mi trabajo es cuando recibo la gratitud de la gente. Cuando uno hace un favor y las personas valoran lo que uno hace, eso me deja muy contento, más que el mismo pago que recibo por el favor”. Alonso agrega que aunque es consciente de que los años no pasan en vano y las enfermedades llegan con el paso del tiempo, seguirá prestando sus servicios a la comunidad hasta que su cuerpo se lo permita. “Hago mi trabajo porque me nace ayudar a la gente, prestar un servicio a la comunidad, más no para enriquecerme. Qué saca uno con tener plata sino tiene salud, no tiene el cariño de la gente. Me siento como un hombre de 30 años y creo que tengo mucho tiempo para seguir trabajando”, dice el humilde campesino. Un baluarte para San Bartolo Para la comunidad de San Bartolo, Alonso es símbolo de tenacidad. Todos lo reconocen no sólo por su oficio como carguero, sino por su honestidad y eficiencia a la hora de transportar una encomienda. “Es el único en la vereda y en la zona que carga objetos pesados, abultados e incómodos como neveras y estufas de gas. Don Alonso sabe cómo manejar los electrodomésticos, tiene su modo de cargarlos para llevarlos a las fincas de la vereda, a tres y cuatro horas de camino, por trochas en mal estado y lomas muy altas”, asegura Roberto Quintero, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda San Bartolo. Según el dirigente campesino, Alonso se ha ganado la entera confianza y el cariño de la comunidad porque siempre está dispuesto a hacer lo que le pidan. “Además de lo difícil que es su oficio de carguero, a don Alonso se le puede confiar cualquier cosa, porque él siempre entrega los objetos en buen estado”. “Sin duda alguna don Alonso es muy valioso para la comunidad porque es muy servicial, desempeña cualquier labor del campo y tiene voluntad para hacer las cosas. En el momento en que él no esté quedará un vacío porque es una persona que se le mide a trabajos que no cualquiera hace”, asegura Quintero. Alonso es único, o por lo menos así lo considera su compañera sentimental. “Dios le dio la capacidad para desempeñarse en ese arte de carguero. Alonso es el único que hay por aquí que se le mide a ese arte; él le sirve a todo mundo, es muy amable y por eso se ha ganado el reconocimiento y cariño de la gente”, afirma Belarmina Lozada Gutiérrez. A sus 60 años de edad, este hombre de contextura media y que mide 1.73 metros, aspira a seguir trabajando como carguero hasta que su cuerpo lo permita. Para él, su mayor riqueza es prestar un servicio a la comunidad de San Bartolo, una población de apenas tiene 31 viviendas, escondida entre las montañas que limitan con el Caquetá y que por décadas ha permanecido en el olvido. Personas enfermas de la vereda San Bartolo se han beneficiado durante años del servicio que Alonso presta como carguero. Neveras y otros electrodomésticos son transportados por las duras trochas de San Bartolo. Alonso es único en su oficio como carguero. Todo lo carga sobre su cabeza. Todos lo conocen como ‘el carguero de San Bartolo’. No tiene una dieta específica, pero Alonso se alimenta de lo que se cultiva en la vereda. Alonso recorre permanentemente las trochas de las montañas de San Bartolo, con objetos pesados que lleva a fincas que quedan a tres y seis horas de camino. Este humilde campesino vive en una pequeña casa de bahareque. Irónicamente no tiene en su vivienda los muebles y electrodomésticos que lleva sobre su cabeza. Muchos consideran que lo que hace Alonso no es un oficio sino un arte. En San Bartolo todos confían sus delicadas pertenencias a don Alonso. Alonso afirma que seguirá prestando sus servicios a la comunidad mientras su cuerpo se lo permita.