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Alta moralidad. Por Alexander Molina Guzmán

Hace unos días se supo de la renuncia del Ministro de Energía británico Chris Huhne, debido a que la fiscalía de esa nación lo procesará por intentar ocultar una infracción de tránsito que cometió en el año 2003. Sí señor, sólo por eso. El hombre negó los cargos, pero renunció a su puesto para no entorpecer el proceso a que será sometido. Este hecho demuestra una vez más la alta moralidad que muchas naciones europeas le exigen a sus servidores públicos. Es decir, que por allá el servidor público no sólo debe parecer ser honesto sino debe serlo. Y es una prueba más, comparativamente, de lo lejos que estamos en Colombia para que los servidores públicos de todo nivel cumplamos con altos niveles de moralidad. Sobra decirlo, pero hay que recordarlo, que el grado tan alto de corrupción que tenemos en Colombia, en todas las ramas del poder, demuestran que en materia de moralidad pública estamos nadando bajo. Este principio lo que persigue, sencillamente, es que los servidores públicos sean honestos en todas sus actuaciones. Ese caso del ministro británico aquí en Colombia suena a chiste. ¡Qué va a renunciar aquí un político por ocultar una infracción de tránsito! ¿Sólo por eso? ¡Hombre, si aquí no renuncian así hayan matado a la mamá! El grado de corrupción  al que hemos llegado, lo que demuestra es que para entrar  a las roscas del poder político mafioso se necesita de la más baja moralidad. ¿O no? Esto ha quedado más que demostrado con la parapolítica y con los carruseles de la contratación, por citar sólo dos ejemplos. Claro, y hay que reconocerlo, que en todas la ramas del poder público existen personas que le apuestan a la alta moralidad, pero son voces que agonizan ante el poder que tienen las bandas de los inmorales. Porque la política colombiana no ha sido realmente un negocio público administrado para el bien común, es un negocio privado administrado para el bien personal que deja, incluso, más dinero que algunos negocios ilegales. El exsenador Juan Carlos Martínez Sinisterra, procesado por parapolítica, lo dijo claramente: “Es mejor negocio la política que el narcotráfico”. Y nos hemos acostumbrado a decir que la corrupción es uno de los grandes problemas que tenemos, pero me atrevo a decir que no. La corrupción es una consecuencia del verdadero problema: La baja moralidad, en general y en todo orden, de los que administran eso que han llamado la cosa pública.