“Y Dios les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”. (Génesis)
A partir del mandato divino a Adán y a Eva, la especie humana se lanzó con cada vez mayor frenesí a “sujetar, dominar con violencia, avasallar, someter, subyugar, doblegar, oprimir, esclavizar, tiranizar, abusar y vencer” el planeta y cuanto animal o vegetal encontrara a su paso. El hombre se sintió rey del universo y no ha destrozado el sistema solar, la galaxia y de ahí para afuera porque todavía no ha descubierto el cómo, aunque la luna ya es un basurero de desechos de los “civilizados avances” tecnológicos.
Entre miles de millones de cuerpos espaciales, la tierra es el único conocido hasta hora, habitado por seres vivientes. Pero alarmémonos. Según el “Informe Planeta Vivo 2022 del Foro Mundial para la Naturaleza”, las actividades humanas han provocado una disminución del 69% en mamíferos, reptiles, aves, peces y anfibios del mundo, en donde Latinoamérica y el Caribe, una de las regiones más biodiversas del planeta, registra un declive del 94%.
Tomás Rivas Fuenzalida, del Centro de Paisajes Sonoros Globales dice “Nuestra región ha perdido alrededor de 300 millones de hectáreas de vegetación en los últimos 40 años, equivalentes a 1.972 veces el tamaño de São Paulo, o 2.007 veces Ciudad de México, o 4.680 Santiago de Chile, o 14.778 veces Buenos Aires”.
Edwin Caicedo Periodista de Medioambiente y Salud publicó en El Tiempo que la tierra está dejando de ser segura para la humanidad porque a medida que se traspasan los límites, arriesgamos dañar permanentemente las funciones que soportan la vida del planeta.
Un informe científico de la institución “Chequeo de la Salud Planetaria” diagnostica que el paciente Tierra, se encuentra en estado crítico mostrando tendencias hacia el empeoramiento.
Pero avanza el cumplimiento de la supuesta orden de sojuzgar la tierra. La Presa de las Tres Gargantas, en el río Yangtsé finalizada hace 12 años, la hidroeléctrica más grande del mundo con longitud de más de 2.300 metros y altura de 185, su envergadura y la inconmensurable cantidad de agua que desplaza suscitan preocupaciones tanto ambientales, sino como científicas pues según lo divulgado por el portal IFLScience, el desplazamiento masivo de agua ha tenido un impacto directo en la redistribución de la masa del planeta modificando la inercia de la Tierra, afectando ligeramente su rotación suficiente para desplazar el eje terrestre en unos 2 centímetros. Son cifras prácticamente imperceptibles pero recordatorias del impacto que puede tener la acción humana.
El apocalipsis aparentemente cada vez más cercano depende del mayor depredador de su propia residencia.