La Nación
COLUMNISTAS

Arriesgada decisión

Ha surgido como insumo novedoso en la negociación de paz una especie de novación de obligación al decidir cambiar un compromiso, que en principio parecía inamovible, por otro. No obstante, la experiencia, reflejada en plurales procesos similares, señala que los sustentos de los acuerdos parciales, aquellos que han merecido la atención en la agenda común, por seguridad y garantía del desarrollo, es menester guardarlos con gran sigilo. La razón de ello es salvaguardarlos de los intereses empecinados en terminar con lo que consideran una burla más de los subversivos.

La lectura somera de los documentos, contentivos de los tres primeros puntos del acuerdo, referidos a reforma rural integral, participación política y solución al problema de las drogas ilícitas, independientemente de si se está o no de acuerdo con su contenido, enseñan que las partes han dedicado seria y concienzudamente los esfuerzos para alcanzar puntos de acercamiento. Sin embargo, ese rosario de intenciones proyectadas para ser realizadas en por lo menos diez años, obliga a una serie de cuestionamientos relacionados con el fin del conflicto mismo, tales como el costo social, económico y político de su implementación. Si la entrega de las armas queda sometida a condición suspensiva, cuyo cumplimiento dependería de la ejecución total de los puntos del acuerdo. Cuál será el alcance de las reformas que permitan la descentralización y autonomía de los entes territoriales, en lo que han denominada “política para el fortalecimiento de la planeación democrática y participativa”, o, la especial representación y financiación que tendrán las zonas en que se ha desarrollado el conflicto, de cuya pobreza y olvido no asumen responsabilidad alguna y que será diferente y adicional a las que se ofrecerán a los nuevos partidos políticos derivados de la aplicación del acuerdo; así mismo, cómo será el entramado normativo del estatuto que contenga el derecho a la oposición no solamente política, sino también de expresiones sociales en las diferentes instancias de gobierno; o, si la solución al problema de las drogas ilícitas pende del cumplimiento, por parte del gobierno, de la activación de la reforma rural integral y de sustitución de cultivos, entre otras muchos interrogantes.

Se encuentra entonces, para amigos y contradictores, ofrecido el florero de la discordia. Decisión osada pero plausible. Llegó el momento de empezar a cambiar el discurso fraguado en la especulación, por conceptos que respondan a las necesidades y anhelos de país. La hora de afirmarse sobre la vacuidad de la negociación o, recrear formas de enriquecer la oportunidad tan largamente buscada. Los huilenses hemos expresado en escenarios diversos la inconformidad que nos embarga, justificada por los innumerables desatinos de la guerrilla. A pesar de ello, espero mejores circunstancias para las generaciones que estamos formando.