Alias ‘La Chilga’, de 17 años de edad, fue sancionado con la privación de la libertad durante 6 años, sin ningún tipo de beneficio, por haber asesinado al barbero Jonathan Andrés Trujillo Valencia, en su propio negocio del norte de Neiva frente a su padre y compañera sentimental. La decisión tomada por el Juzgado Primero Penal de Circuito para Adolescentes resultó frustrante y decepcionante para los familiares de la víctima, quienes consideran que la condena es muy corta.
Johan Eduardo Rojas López
johan.rojas@lanacion.com.co
Por los delitos de homicidio agravado en concurso y utilización, tráfico y porte de arma de fuego, fue condenado por el Juzgado Primero Penal de Circuito para Adolescentes de Neiva a una sanción de 6 años de prisión, alias ‘La Chilga’, de 17 años de edad, responsable del asesinato de Jonathan Andrés Trujillo Valencia, un joven barbero que se encontraba en ese instante peluqueando a su padre, en su negocio ‘Acicalados’, ubicado en el barrio Álamos Norte de la capital del Huila.
Durante la audiencia que se llevó a cabo el pasado lunes 3 de febrero, el juez reconstruyó los hechos que coinciden con los relatados por los dos testigos presenciales que lo identificaron rápidamente, dado que lo tuvieron a un metro de distancia mientras apretaba el gatillo, es decir, el padre de la víctima, Fernando Trujillo, y la pareja sentimental de Jonathan Andrés, además de las evidencias fílmicas.
“Un sujeto entró de manera intempestiva, desenfundó un arma de fuego y, sin mediar palabra, disparó en dos oportunidades contra la víctima, impactándolo primero en la cabeza y, luego de que se desplomara, nuevamente lo impactó en el cuello, emprendiendo la huida. La víctima fue trasladada a un centro de salud, donde falleció días después por la gravedad del asunto”, relató el juez durante la diligencia.
En contraste, se conoció que la coartada presentada por el asesino, al no comprobarse, quedó desvirtuada, pues recordemos que el joven había asegurado que esa noche fue a cenar en el oriente de la ciudad, pero nunca aportó material probatorio.
También se mencionó el informe psicosocial entregado por el Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), en el que se reafirmó que existe una resistencia al cambio por parte del joven asesino, quien, tras cuatro meses de estar privado de la libertad, no ha mostrado voluntad para reformarse. Ese documento fue expuesto a última hora en la audiencia antepasada, desarrollada el jueves 30 de enero, lo que llevó a que se suspendiera la diligencia y se reprogramara para ahí sí dictar la condena sancionatoria.
Alias ‘La Chilga’, desde su captura, el 18 de septiembre, se encuentra recluido en la fundación Picachos, centro transitorio para adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley penal, aprehendidos en flagrancia o por orden judicial. Allí pasará toda su condena, pese a que durante esta vigencia (2025) cumplirá la mayoría de edad. Es decir, seguirá con tratamiento para adolescentes.

La decepción invade a la familia Trujillo Valencia
“Después de tanto esperar y tantas audiencias que hubo, quedamos decepcionados porque lo condenaron a 6 años, no más. Por ser menor, se sabía que la condena era de 2 a 8 años, pero pensamos que la sanción sería la mayor. Es muy triste; todos esperábamos que el juez fuera más concreto porque, como él mismo sabe, el joven viene cometiendo muchos errores allá adentro y tiene problemas con los compañeros. Lo más triste es que, si él hubiera tenido 18 años de edad, la condena sería de aproximadamente 43 años”, anotó entre llantos Fernando Trujillo, tras reconocer que haber escuchado el relato completo dado por el juez lo llevó a “rebobinar la película” y experimentar el dolor que sintió desde un inicio.
Dijo, en medio de la impotencia, no entender las leyes colombianas que benefician a ciertos sujetos simplemente por ser menores de edad. Sin embargo, señaló que él y su familia, tal como se lo expresaron al mismo joven en el último juicio que fue presencial, lo perdonan porque entienden que creció en un núcleo familiar descompuesto y cargado de dificultades.
“Yo le dije que cambiara la forma de ser y le pidiera perdón al Señor y a la sociedad para que pueda ser un hombre de bien. Entonces nosotros le dejamos esto a la justicia divina”, detalló.
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“Queríamos saber quién dio la orden y por qué”
Fernando Trujillo agregó que, aunque se capturó y sancionó al autor material, en realidad querían saber quién es el autor intelectual y la razón que lo llevó a dar esa orden. Por ahora, al finalizarse el proceso, queda esperar y poner todo en “manos de Dios”.
“Esto es muy duro, y cuando me acuerdo de mi hijo, me lleno de tristeza. Yo le doy gracias a Dios por la fortaleza que me ha dado, pero claro que quisiera preguntarle a la persona que dio la orden por qué mandó a hacer eso, si fue por celos o qué pasó. Le quisiera decir que primero hubiera averiguado quién era la familia y, si él había cometido un error, arreglarlo por las buenas, porque nadie merece que lo manden a matar como si fuera un perro”, insistió el padre de la víctima.
Tras todo lo sucedido, atesora los recuerdos con Jonathan Andrés, que vive en el cuerpo de otras personas con las que tiene constante comunicación y han estado pendientes del proceso.
Añadió, con los ojos encharcados, que “la audiencia de la condena fue dura porque volvimos a recordar el dolor tan grande que tenemos y lo que pasó, porque como dijo el papa Francisco: la muerte de un hijo no tiene nombre y no hay palabras. Pero ya terminó todo esto y ahora podemos dejar a Jonathan en paz y dejar que la justicia divina obre. Nosotros seguimos en oración para tener paz. Uno aparentemente sigue con su vida, pero llega el momento diario en el que uno ya no quisiera vivir. Yo me pregunto por qué no me llevó a mí, en vez de a mi hijo, que apenas estaba comenzando la vida”.
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Hechos ocurridos
Fernando Trujillo jamás imaginó que el lunes 26 de agosto de 2024, sobre las siete y cuarenta de la noche, mientras su hijo Jonathan Andrés Trujillo le cortaba el cabello, su vida daría un vuelco que le destrozó el corazón y lo llevó a conocer la justicia colombiana. Mucho menos le pasó por la mente que, en algún momento de su vida, sería testigo del ataque descarnado perpetrado por un menor de 17 años, quien le disparó dentro de su barbería ‘Acicalados’, provocándole heridas mortales.
“Este tipo lo hizo delante de mí. Entró sin mediar palabra. La esposa (de Jonathan) dice que ya no había más servicio; él saca el revólver y le dispara dos veces (a Jonathan)”, expresó Fernando entre llanto y dolor, días posteriores al fatídico ataque.
El crimen quedó grabado en una cámara de seguridad que su hijo tenía dentro del negocio. En el registro visual, se observa cómo una persona se dirige caminando mientras desenfunda un arma. Amenaza al barbero y, tras decir unas palabras que no se logran entender, le dispara primero a la altura de la cabeza y, antes de salir corriendo, realiza otro disparo cuando la víctima ya está en el suelo. Posteriormente, el parte médico explicaría que esta segunda bala alcanzó el cuello de Jonathan.
Pese a que los disparos no le quitaron la vida de inmediato, sí le causaron graves daños en el cerebro a nivel neuronal, pues la bala y las esquirlas quedaron incrustadas en su cabeza, ocasionándole un sangrado en el cerebro. Sin embargo, a pesar de toda la adversidad, la familia Trujillo mantenía la fe de que él superaría esta situación.

Última voluntad
Lamentablemente, el parte médico resultó desalentador. Dos días después, el 28 de agosto, la familia recibió una llamada telefónica, en horas de la mañana, del Hospital Universitario Hernando Moncaleano Perdomo, al que fue remitido Jonathan, informándoles que era mejor “dejar ir” a su hijo.
“Desgraciadamente, el impacto que tuvo la trayectoria de la bala le destrozó todo el cerebro. Ayer en la mañana le hicieron los últimos exámenes para ver si aún tenía neuronas vivas, pero no, tenía el cerebrito muy destrozado. Entonces los médicos me llamaron y me dijeron que ya no había nada más que hacer. A él le dieron muerte cerebral a las 10:30 de la mañana. Lo tenían conectado solo a las máquinas y nos dijeron que lo dejáramos ir, porque estaba sufriendo mucho”, comentó en aquel entonces.
Este neivano de corazón, de 34 años de edad, era padre de un pequeño de 7 años a quien amaba incondicionalmente. Aunque se especuló mucho, Fernando desde un inicio aclaró que su hijo no tenía deudas ni cuentas pendientes, como “comenzó a decir la gente”, sino que, por el contrario, era una persona que siempre buscaba la forma de ayudar a otros y de aportar a la comunidad.
La familia Trujillo Valencia cumplió la voluntad del barbero de donar sus órganos, encontrando en esa heroica decisión alivio. Hoy, los beneficiados disfrutan de una mejor calidad de vida, mientras que, desde la distancia, agradecen y acompañan a Fernando Trujillo.