La violenta invasión realizada el viernes anterior a la sede de la revista Semana por parte de miembros de la comunidad indígena Misak, es una muestra del efecto de los discursos de odio en contra de la prensa libre, que ya están pasando de las ofensas verbales a las acciones violentas.
La agresión se produjo por miembros indígenas que participaron en la marcha de apoyo al Gobierno realizada el jueves en Bogotá, quienes llegaron a la sede de la revista ingresando violentamente y lanzando arengas contra el medio de comunicación tildándolo de paramilitar.
Este ataque en contra del semanario, es el fiel reflejo de la polarización que vive el país, bajo un ambiente de descalificaciones estigmatizantes del Presidente hacia los medios de comunicación (como lo ha denunciado la Fundación para la Libertad de Prensa), que ahora se están traduciendo en agresiones de sus militantes, buscando intimidar el libre ejercicio de informar.
Son muy conocidas las reacciones de molestia de Petro cuando se difunden informes periodísticos que no le agradan, o de encuestas desfavorables a las que tilda de mentirosas, o cuando acusa a la prensa de ser un apéndice de los órganos de control, o cuando afirma que existe un plan desde los medios para destruir el apoyo popular del Gobierno.
Este tipo de expresiones provenientes del Jefe de Estado o de algunos miembros del Gobierno, pueden estar generando un ambiente propicio para que fanáticos seguidores se arroguen el derecho de agredir y pasar a la violencia física.
Si bien el Presidente puede disentir de los informes o críticas provenientes del ejercicio periodístico, el tono y la forma como discrepa, evidencia una falta de tolerancia que debe primar en toda democracia.
Estos escenarios de polarización afectan el modo en que se desarrolla el debate público y contribuye a producir imágenes sesgadas, estereotipadas y radicalizadas.
La libertad de prensa debe ser protegida, pues es uno de los pilares esenciales en una democracia. El ataque al periodismo y su persecución implica un paso decisivo hacia un régimen autoritario, tal como ocurrió en Venezuela o Nicaragua donde ya no existe.