Por: Piero Emmanuel Silva Arce
A tres días de completar un mes en Paro Nacional, el gobierno de Duque no da muestras de voluntad para la negociación política con todos los sectores que se encuentran en las calles reivindicando derechos fundamentales, vida digna y democracia. Paulatinamente se han ido cayendo reformas nefastas como la tributaria y la de la salud; el ministro de Hacienda tuvo que renunciar y las manifestaciones ciudadanas continúan en las calles; diversos sectores se han sumado en los últimos días. Frente a esto, el Ejecutivo solo ha sabido reaccionar con soberbia y su autoridad se desmorona con el paso del tiempo debido a que confunde la autoridad con la represión y la violencia en contra de los manifestantes.
La autoridad ha sido una categoría central en el estudio de la política y esta se ha transformado al calor de los cambios paradigmáticos en las sociedades. De las autoridades provenientes de los dioses, se pasó a las democracias modernas donde, se supone, es en la ciudadanía donde reposa la capacidad de otorgar autoridad al poder político. No significa que, en el mundo contemporáneo, concretamente durante el siglo XX y XXI, no hayan existido gobiernos tiránicos y autoritarios, es decir, el análisis del poder en la actualidad tiene mucho de complejo. En todo caso, la autoridad es una construcción entre los gobiernos y las comunidades; para esto es fundamental un diálogo fluido y efectivo que conduzca a acuerdos entre las partes. La voluntad política es esencial y, sobre todo, la comprensión de la pluralidad de los diferentes sectores sociales y sus demandas. Ya desde el Renacimiento, uno de los primeros teóricos políticos modernos, Nicolas Maquiavelo, advertía a los gobernantes sobre la necesidad de escuchar a los pueblos para evitar en lo posible el uso de métodos coercitivos.
En el actual Paro Nacional, la cordura debe primar en las administraciones públicas de todos los niveles. El pueblo está cansado de ver que los recursos del erario son conducidos a las arcas privadas y económicamente más consolidadas. La ciudadanía está agotada de pasar necesidades y de pagar impuestos que no se ven reflejados en bienestar social. La resistencia ha sido pacífica pero contundente, las víctimas a manos del Estado son la evidencia de un poder público que se sustenta en la autoridad despótica y violenta. ¿Por qué no enderezar el camino que ha conducida al país a ser uno de los más desiguales del mundo? ¿Por qué se prefieren las medidas violentas frente a las demandas legitimas y justas de la ciudadanía? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar un Estado narco-paramilitar?