El Centro de Memoria Histórica que constituyó el Gobierno Nacional, en desarrollo de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, presentó un doloroso mapa general del cuadro de violencia intestina que nos ha acompañado a todos los colombianos desde la década de los años 50 del siglo XX hasta ahora, y que ha presentado al país para que nos cuestionemos a fondo acerca de las horrorosas consecuencias que estas luchas fratricidas.
Colombia: memorias de guerra y dignidad, el título de este documento revela la enorme magnitud, ferocidad y degradación de la guerra librada, y las graves consecuencias e impactos sobre la población civil. Como lo señalan sus autores, encabezados por el calificado experto tolimense Gonzalo Sánchez, se trata de una guerra difícil de explicar no solo por su carácter prolongado y por los diversos motivos y razones que la asisten, sino por la participación cambiante de múltiples actores legales e ilegales, por su extensión geográfica y por las particularidades que asume en cada región.
El documento como lo precisan sus autores no es una narrativa sobre un pasado remoto, sino sobre una realidad anclada en nuestro presente. Es un relato que se aparta explícitamente, por convicción y por mandato legal, de la idea de una memoria oficial del conflicto armado. “Lejos de pretender erigirse en un corpus de verdades cerradas, quiere ser elemento de reflexión para un debate social y político abierto” que nos pueda conducir a interpretar lo que ha pasado, a mirar con objetividad las causas y las responsabilidades, pero ante todo para reconocer a las víctimas. La verdad y la memoria históricas son esenciales en un proceso de democratización.
Lo que parece poco optimista, y con seguridad entristecerá a sus autores, es que el ¡Basta ya! que nos han puesto como tarea, seguramente se irá quedando al margen de las grandes discusiones nacionales y será, como ya ha ocurrido con los dos grandes trabajos mencionados atrás, apenas libro de consulta en bibliotecas y no el insumo fundamental – como debe ser – para explorar con seriedad, sin apasionamientos pueriles ideológicos, cuál es el camino a seguir que nos permita detener – entre todos los colombianos – el baño incesante de sangre, dolor y lágrimas en que nos hemos envuelto estas casi 6 décadas.
El gran documento que nos entregan, si se lee con calma y mente abierta, debe abrir espacio para que esta vorágine de horror sea entendida en todas sus dimensiones y no de la manera simplista y elemental como se ha pretendido casi siempre. Ver esta guerra entre hermanos colombianos solo en blanco y negro, sin matices ni variables, nos ha ocasionado y provocará miles de víctimas más. ¡Basta ya! de esta guerra absurda.
““Lejos de pretender erigirse en un corpus de verdades cerradas, quiere ser elemento de reflexión para un debate social y político abierto”.
Editorialito
Importante el homenaje que la Embajada de Colombia en Panamá le tributó al Huila con ocasión del centenario de las investigaciones científicas en San Agustín. Otra vitrina que se abre para mostrar al mundo este enorme patrimonio histórico y cultural de la Nación.
