La Nación
Bautismo de Jesús, revela el misterio trinitario  1 25 abril, 2024
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Bautismo de Jesús, revela el misterio trinitario 

El Bautismo de Jesús nos revela el misterio de la Trinidad. Las tres personas divinas se hacen sensibles: el hijo en la persona de Jesús que está siendo bautizado por Juan; el espíritu santo en forma de paloma; el padre mediante la voz del cielo.

 

Padre Elcías Trujillo Núñez

 

 «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto En aquel tiempo Juan predicaba diciendo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.» (Marcos 1,7-11)  

 

Es conveniente este testimonio porque ahora Jesús termina su vida retirada de Nazaret. Ha vivido allí como cualquier de sus contemporáneos, ignorado por el mundo. Nada llama la atención. Es un hombre más de los muchos que ahora se acercan para ser bautizados por Juan. Es imposible reconocerlo como el verdadero Dios. Tienen que intervenir el Padre y el Espíritu Santo con un solemne testimonio.

De este modo van presentando al mundo su origen divino. El Bautismo del Señor es la introducción en su vida pública. Por eso sucede la unción mesiánica por el Espíritu Santo, tal como lo anuncia el profeta Isaías: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre Él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones”, (Isaías 42, 1-4. 6-7). Pero el Bautismo de Jesús no señala solamente la unción por el Espíritu, sino también su vinculación con el Padre, su actitud ante el Padre.

Todo lo que dice y hace para cumplir su misión mesiánica, lo hace en obediencia y amor al Padre. Se pone incondicionalmente a disposición de la voluntad del Padre. Nada le puede apartar de su camino; queda fiel a su Padre hasta la muerte en la Cruz. También nuestro propio Bautismo tiene las mismas características que el de Jesús, pues este Sacramento nos incorpora a Cristo, nos configura con Él. Nuestro Bautismo nos llena de la fuerza del Espíritu Santo y nos une con el amor paternal de Dios.

Es una comunión con la Santísima Trinidad. Por el Bautismo nos hacemos hermanos de Jesús, hijos de Dios Padre y templos del Espíritu Santo. Pero nuestro Bautismo no sólo nos regala los mismos dones como el de Jesús, sino exige también de nosotros la misma actitud: la actitud de filialidad, obediencia, disponibilidad y amor frente al Padre. El Bautismo sólo es el primer paso en el largo camino hacia el Padre.

Sabemos que el sentido, la meta de nuestra vida terrenal es ir hacia el Padre, volver a la Casa del Padre. Si reflexionamos sobre el Evangelio de hoy, nos surge una pregunta evidente: ¿Por qué Jesús se deja bautizar por Juan, haciéndose común con los pecadores? Cristo está libre del pecado, por eso no necesita bautizarse.

Pero Él quiere solidarizarse con nosotros, los pecadores. Así puede señalarnos el camino de salvación y precedernos en él. Y a la vez nos indica la condición para iniciar ese camino: tenemos que reconocernos pecadores ante Dios. Es como el fundamento de nuestro ser-cristiano. Porque sólo los pecadores buscan y precisan el Bautismo.

Por eso los fariseos no se someten al Bautismo de Juan: se creen dispensados de ello. No es por nuestros méritos personales que recibimos la salvación de Dios, sino por nuestros pecados.

No debemos poner la confianza en nuestras propias fuerzas, sino ponerla en la misericordia, en el perdón y amor de Dios. Éste es el misterio de nuestra vida y muerte de cristianos. Éste es el misterio que nos revela el Bautismo de Jesús y nuestro propio Bautismo. Lo único que nos salva y que nos va a salvar, al terminar nuestra vida, es la bondad, el amor misericordioso del Padre.