La Nación
COLUMNISTAS

Bien y mal desde el poder

Todo político a la caza del poder, ofrece de todo.  Desde el poder es otro. Desde el poder puede y le es más fácil, hacer más mal que bien.

La mayoría de gobernantes, son defensores incondicionales de la riqueza y las triquiñuelas que la garantizan. En foros políticos, económicos y sociales, mundiales, regionales   y locales, se pronuncian favorables con políticas de desarrollo social y económico, pero el ejercicio del poder evidencia lo contrario.  

En el caso colombiano, las veleidosas fracasadas Locomotoras para el Desarrollo, entre ellas la minera, encegueció al poder político y económico. El balance es pírrico. Cosechó desbocado endeudamiento público.

Legislan y gobiernan para las grandes empresas. La pobreza y el desempleo siguen incólumes. Para reducirlos tienen que cambiar al Director del Dane, mentir y engañar. Lo tradicional es que los altos poderes y sus decisiones siempre favorezcan a los poderosos. 

En la región Latinoamericana, hay excepciones, constituidas por quienes antepusieron el bien general sobre el particular. Correa y Morales son ejemplos a seguir.  

En Colombia, lo evidencia el sinuoso Plan de Desarrollo 2.014-2.018, con su incondicional sumisión a las órdenes de los carroñeros financieros internacionales. La encrucijada fiscal nacional, pronostica futuro incierto.

Los altos burócratas, son seleccionados para que vibren al ritmo de los objetivos del Régimen. La Ministra de Educación, ante su desafío, luce incapaz de responder por la calidad de la educación, para no afectar el negocio privado. El de Agricultura, maniobra para consolidar el poder terrateniente y de la extrema derecha, con la anuncia del congreso. Todos cumplen consignas neoliberales. El principal defensor es el presidente.

Con lo fundamental son erráticos. Ocurre con la crisis climática y la desertificación de los suelos, la concentración de la propiedad de la tierra y la crisis del sector agropecuario. Con la justicia, la seguridad ciudadana, los servicios básicos.

La desecación de las fuentes de agua, es problema dramático de difícil reversión. Existen viejas leyes vigentes, que ordenan mantener una franja de vegetación, a lado y lado de las fuentes de agua.

El artículo 111 de la Ley 99/93, ordena a departamentos y municipios, destinar mínimo el 1% del presupuesto de cada año para la protección de las fuentes de abastecimiento de acueductos. El Congreso debería extenderlo al presupuesto nacional. Es tema que no cabe en la agenda social y agropecuaria del gobierno. Los ríos caudalosos de hace 30 años, parecen meras quebradas. Las políticas al respecto, son simples enunciados.

La deforestación y la concentración de la tierra, no comenzaron ayer. Son responsables, la estructura política del poder y de tenencia de la tierra y los sistemas de apropiación y explotación de la misma. El 0.4% de propietarios son dueños del 58% de las mejores tierras. Fue posible, hasta con alianzas con criminales.

La ley de restitución de tierras y reparación es imperceptible. La extrema derecha terrateniente, ejerce todas las formas de lucha para evitarla y desvirtuarla. El balance indica que desde el poder, es más el mal que hacen, a las mayorías, que el escaso bien.

La esencia del poder sigue y seguirá igual, en todos niveles si en las elecciones votamos por los mismos. Bajo esta premisa, somos responsables de lo que ocurre en el alto poder y de las consecuencias para el desarrollo social y económico equitativo.