Carlos Augusto Bobadilla diariamente trabaja con la muerte. Con calma y cautela arregla los cadáveres antes de la velación. Él decidió ser embalsamador. Carlos Augusto Bobadilla diariamente trabaja con la muerte. Con calma y cautela arregla los cadáveres antes de la velación. Él decidió ser embalsamador. Una difícil, silenciosa y poca reconocida labor, en la que diariamente afrontan retos grandes, gustos de los familiares y hasta brujerías. GINNA TATIANA PIRAGAUTA G. LA NACIÓN, NEIVA Desde hace 12 años, Carlos Augusto Bobadilla Cleves es embalsamador. Al oficio no entró por vocación sino por necesidad. Sin embargo, en su trayectoria aprendió a embellecer la muerte y a dejarles el mejor recuerdo a los familiares de los difuntos. Se inició en la venta de seguros funerarios. Un día, un compañero al que llama ‘tormento’, ofreció enseñarle el arte de embalsamar. Él no desaprovechó la oportunidad de aprender un nuevo oficio. Siempre le había tenido miedo a los muertos, pero se llenó de valor y acepto este reto, ante las necesidades económicas que lo agobiaban. El primer día de aprendizaje llegó al cementerio alrededor de las 3:00 a.m. En esta labor no existen horarios y se acude cuando se es llamado. Llegaron a la sala de tanatopraxia. El difunto estaba sobre la camilla. ‘Tormento’ tuvo que salir de improvisto y le recomendó que lavara el cuerpo. Con temor y desconocimiento empezó la limpieza. Estaba en la labor cuando el cadáver generó un fuerte sonido por la boca. Pudo ver el movimiento de sus labios. Él desconocía que los cuerpos en estado de descomposición emiten sonidos y expulsan gases. Salió corriendo y pensó que jamás volvería, pero persistió y aprendió. Aprendizaje Estaba dando sus primeros pinos en el arte de embalsamar, cuando la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco) ofreció unos cursos especializados. Al lado de un reconocido médico forense aprendió la técnica y los secretos de la Tanatopraxia. Su proceso de formación lo continúo en el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) y lo reforzó con la experiencia que le han brindado los años, en diferentes funerarias del departamento. Cada día le ha dejado una enseñanza en esta difícil labor. Su obsesión es que los cuerpos que arregla, queden lo mejor posible. Preliminares Cuando llega un cadáver a su laboratorio, lo primero que hace es establecer las causas del deceso. Para él es indispensable conocer si fue muerte violenta o natural. Indaga si se produjo en la vía pública, en hospital o en el hogar. De esta manera siempre está alerta a bacterias o enfermedades que puedan transmitirle los difuntos y establece las medidas de protección. Periódicamente se somete a un estricto cuadro de vacunación y control en la Cruz Roja, para recibir las defensas que le permiten contrarrestar los riesgos de su profesión. Arduo proceso El proceso inicia con la limpieza del cadáver. El difunto es ubicado sobre la camilla y Carlos lo lava con una manguera. Quita los residuos de sangre que están sobre él. Luego realiza un masaje sobre el cuerpo para que las venas aflojen. Ubica la vena aorta en alguna de las piernas del cadáver. Conecta un inyector e inicia el suministro de formol. En otra vena hace una pequeña incisión para que se drenen los líquidos del cuerpo, luego de la presión producida por los dos o tres litros de formol que son introducidos. Cuando los brazos, cara y piernas tienen rigidez, realiza una incisión sobre el abdomen del difunto e introduce un hidroaspirador para drena los líquidos restantes. En el laboratorio de tanatopraxia hay unos tanques especializados, a donde son conducidos los residuos del cuerpo. Allí son tratados técnicamente antes de que ingresen al alcantarillado. Las medidas de seguridad evitan la contaminación del ambiente o la propagación de enfermedades. Detalles Todos los cortes realizados, que oscilan entre los 8 y 10 centímetros, son sellados por el profesional. El cuerpo es lavado nuevamente. Si es un hombre, lo afeitan. Sin embargo, Carlos aclara que es fundamental la opinión de la familia en este proceso. Si la persona usó bigote o barba, cambia bastante cuando es rasurado. Esto genera un impacto en los familiares y su propósito es que su trabajo genere los mejores recuerdos. Por eso siempre les pregunta que prefieren, para evitarse problemas. Algunos muertos llegan con incrustaciones de oro en los dientes. Carlos se los retira y se los entrega a los dolientes. Él dice que son láminas muy pequeñas y que es un mito que su valor económico es alto. Complejidad Cuando se presentan muertes violentas y el cuerpo presenta múltiples perforaciones, el proceso es mucho más complejo. Si se presenta exposición de la masa encefálica, es necesario retirarla del cuerpo y lavarlo por dentro. Cuando las víctimas tienen un alto grado de descomposición, la dificultad para Carlos radica en los olores fétidos con los que tiene que trabajar. Él cree que su silenciosa profesión, que es ejercida por pocas personas, es desvalorizada. Maquillaje Luego de todo el proceso al que es sometido y ante la ausencia de sangre en el cuerpo, el difunto se torna rápidamente pálido. El embalsamador utiliza una importante cantidad de maquillaje comercial para darle color, especialmente de rubor. El proceso es más exigente cuando las personas fallecieron en accidentes y se necesita ocultar raspaduras o reconstruir partes del rostro. Igual ocurre con los que recibieron impactos o cortaduras. En estos casos se utiliza unas resinas en crema, color piel. Los químicos se aplican sobre la parte afectada y se genera un efecto de masilla. La piel es acondicionada nuevamente y posteriormente se maquilla. Cotidianeidades Este neivano de 32 años, soltero y padre de tres hijos, está radicado en Campoalegre donde labora. Sus hijos conocen su profesión, pero prefiere mantenerlos alejados de las funerarias, para evitarles enfermedades o contagios. Además, no quiere que se familiaricen con la muerte. Para él es mucho más sencillo arreglar a un hombre que a una mujer. Algunos familiares piden que las damas sean maquilladas o peinadas como ellas acostumbraban en vida. A veces piden el arreglo de uñas o que les apliquen una loción en particular. El vestuario femenino también es mucho más complicado. Se demora mucho tiempo poniéndole a un cadáver pantalones apretados o blusas ajustadas. Con los hombres es mucho más sencillo. Historias La situación más difícil que ha enfrentado en su labor es trabajar con cuerpos mutilados o decapitados. La impresión que ha marcado su trayectoria, se remonta al caso de los 12 militares de Santa María, víctimas de un atentado con granada. Carlos recuerda que los jóvenes fueron sorprendidos por la explosión mientras dormían en el Batallón. Solo algunos quedaron completos. A casi todos les faltaban extremidades, incluso habían algunos decapitados. Él junto a un compañero los preparo para el sepelio. Esta situación lo afectó porque no pudo entregarles a las familias sus dolientes completos. Es muy probable que muchas partes hayan sido truncadas. Sin embargo, para ellos era imposible reconstruir los cadáveres, por el terrible estado en que los recibieron. Brujerías Carlos está acostumbrado a visitar el cementerio a cualquier hora. Él asegura que los muertos no asustan y que son mitos que crean las personas para retener a sus familiares. Lo que sí ha visto son las brujerías que algunas personas realizan con los difuntos. Mucha de la ropa que ha recibido para vestir a un fallecido, viene con fotos, muñecos o cartas escondidas. Algunos familiares le piden directamente que se las pongan en los bolsillos. Él a todos les dice que sí, pero en la intimidad de la sala se cerciora que no se han brujerías. A los muertos frecuentemente les piden que les hagan daño a personas, que separen hogares o que la ruina y la desdicha lleguen a algunas familias. Carlos prefiere botar estos mensajes, así como las fotos que llegan llenos de alfileres. Carlos continúa con su labor diaria. En Campoalegre es mucho más recudido el movimiento que en Neiva y esto le ha dado un poco de calma. Él es un silencioso embalsamador, que trabaja con cautela, calma y siempre pensando en dejar el mejor recuerdo de las personas, que nunca más se volverán a ver. Carlos Augusto Bobadilla es embalsamador desde hace 12 años. Sus días transcurren en el cementerio. La técnica de la tanatopraxia exige rigor, cautela y preparación. Carlos se lo toma muy en serio. La primera incisión que realiza sobre un cadáver, es sobre la vena aorta. Allí inyecta entre dos y tres litros de formol. Fotos Sergio Reyes. En la Sala de tanatopraxia ubicada dentro del cementerio, a cualquier hora del día o de la noche se realizan los procedimientos.