Froilán Casas Ortiz
Colombia, nuestra patria, es uno de los países con mayores recursos naturales del mundo. Un territorio dotado por el Creador de grandes riquezas. No se combate la pobreza matando a los ricos, se trata de matar a la pobreza. Como pastores decimos: hay que condenar el pacado, no al pecador arrepentido; duros contra el pecado y, padres con el pecador. Entonces, ¿por qué somos pobres? ¡Ah! Son muchas causas; permítanme analizar algunas. La voracidad del conquistador no tenía límites; muchos de ellos venían con hambre atrasada. El dorado se buscaba con ansiedad y en lograrlo no había principios morales: se imponía la ley del más fuerte. Los que llegaron no eran los mejores de la península, aventureros y desarrapados aprovechaban las naves que zarpaban para las Indias en busca de riqueza. Una persona avarienta y ambiciosa no se sacia con nada.
Ciertamente nuestros antepasados, los aborígenes no eran muy trabajadores y las costumbres no eran las más acordes con la justicia. Fray Pedro Simón, un cronista español que vino con su congregación franciscana, escribió una obra que, a mi juicio, tiene demasiado título para el contenido, Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales, nos dice entre otras cosas que los indígenas del altiplano Cundiboyacense ( el cronista vivió en el convento de Ubaté algunos años) , duraban semanas en fiestas y consumían chicha hasta el punto que algunos morían ahogados en esa bebida, ebrios y aletargados.
Con relación a las normas tribales, narra que cuando el conquistador Don Gonzalo Suárez Rendón, llegó a Hunza (hoy Tunja), desde el cerro de Soracá, se divisó una especie de estatuas y cuando llegaron al lugar (hoy llamado los Cojines del Zaque en Tunja), las “estatuas” eran setenta ajusticiados por el “grave delito” de haber mirado al zaque (según las costumbres ancestrales, para hablar con el zaque había todo un rito: a cierta distancia arrodillarse y a medida que se iba acercando, se debía lamer la tierra y ya frente, se podía hablar sin levantarse, no se podía mirar directamente al zaque). Por favor, en todas las culturas se encuentran costumbres inhumanas y hasta el canibalismo en algunas etnias. ¡Qué horror!, ¡cómo ha sido el ser humano! Claro, los conquistadores no llegaban con costumbres “santas”; ¡qué crueldad en muchos casos! De modo que tenemos un pasado marcado por tantas injusticias. La colonia y la independencia estuvieron signadas por tantas injusticias. Una mentalidad perezosa, buscando que unos trabajen y otros, los “señores” disfrutando de lo que producían los “esclavos”. Excúsenme, los hechos han cambiado, pero la mentalidad sigue la misma. La cultura del trabajo productivo poco aparece en nuestra idiosincrasia.
La caridad remplazó a la justicia social; es un eufemismo cultural nocivo para la productividad. En el fondo del colectivo cultural, aparece que el trabajo lo hizo Dios como castigo. ¡Qué interpretación más errónea de la Biblia! Se creyó que el Estado asistencialista acababa con la pobreza. ¡Qué concepción más equivocada!