«Solo hay una manera de alcanzar la felicidad y es dejar de preocuparse por cosas que están más allá del poder o de nuestra voluntad». Tras esta frase Epicteto, el filósofo griego, pone de presente la importancia de ser cautelosos frente a nuestras expectativas de control, dando lo mejor de nosotros mismos, sí, pero sin empecinarnos por aquello que en definitiva está fuera de nuestra potestad.
Según el diccionario de la RAE, la palabra control significa: «Dominio, mando, preponderancia». Partiendo de esta definición, hace referencia a la tendencia que tiene el individuo de buscar controlar todos los acontecimientos de su entorno, condición que lo hace vulnerable en términos de salud física y emocional, pues tal y como lo demuestra la experiencia una y otra vez, lo único seguro en la vida es lo imprevisto.
Si bien es cierto, las preocupaciones forman parte de la existencia, es nuestra elección controlar única y exclusivamente lo que está bajo nuestro dominio, pues por mucho que nos esforcemos, no todo está a nuestro alcance. De ahí la importancia de adaptarnos a aquello que inevitablemente se escapa de nuestra supremacía.
En términos concretos ¿qué está bajo nuestro círculo de control?
Determinar lo que está bajo el alcance de cada persona y lo que escapa de su control no resulta fácil determinarlo. En ocasiones es tan incierto que con frecuencia se suele afirmar que los seres humanos tenemos la capacidad para controlar nuestros propios sentimientos y emociones, sin embargo a veces cuesta tanto mantener a raya la capacidad reflexiva y con frecuencia reaccionamos bajo impulsos repentinos que dificultan predecir la magnitud de nuestras acciones.
Obsesionarnos por querer controlarlo todo puede llegar a constituirse en arma de doble filo. Por tanto, obremos con sensatez y pongámosle freno a tan nocivo impulso, orientando nuestro esfuerzo en lo que verdaderamente podemos modificar, pues como atinadamente lo afirmara Pablo Neruda: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera».