Ninguna funeraria se quería hacer cargo del cadáver de un adulto de la tercera edad en Neiva, el hecho indignante tuvo lugar en Cuarto Centenario donde familiares y amigos de Rafael Cadena permanecieron casi 24 horas al lado de su cadáver. Así transcurrió la eterna espera.
huila@lanacion.com.co
Un poco más rígido, de color más morado y con algunas hormigas merodeando a su alrededor, permanecía 21 horas después de su muerte, el cuerpo de Rafael Cadena. Su esposa, Miriam Sánchez, lo cubrió con una manta naranja el viernes hacia las tres de la tarde, ante la esperada visita de una funeraria.
Para los vecinos y familiares, Rafael era una persona alegre y enérgica. Era oriundo del municipio de Colombia, en el norte del Huila y a sus 87 años de edad fueron pocas las veces en que se le vio enfermo. Con la llegada de la pandemia de COVID-19 en marzo del 2020, los dos adultos mayores habían optado por salir menos de casa y era su hija quien les daba mercado y dinero para que los dos pudieran vivir tranquilamente en su hogar.
Así permanecieron durante más de un año en su vivienda en Cuarto Centenario, en Neiva, a la espera de que el virus se fuera.
Más flaco
Según narraron para LA NACIÓN los familiares del adulto mayor, Rafael siempre había sido de contextura delgada, pero en los últimos meses se le notaban cada vez más los huesos, y su apetito por la comida era cada vez menor. Su esposa y María, a quien el adulto quería como su propia hija, decidieron en diciembre del 2020 que sería conveniente tener una cita con un especialista.
Por la pandemia los procedimientos se han vuelto más lentos y la atención a usuarios como Rafael es más precaria. Así que, tras varios intentos lograron una agenda para el 15 de diciembre.
“Ese día el médico le dijo que sí estaba maluco, pero que era por la edad, que no era nada grave, y lo mandó para la casa”, recordó María, y agregó que desde entonces le venía preocupando la alimentación.
Un nuevo examen
Por eso el viernes hacia las dos de la tarde, cuando estaba visitando a sus padres y vio a su papá más delgado y a su mamá, de 71 años de edad, quien sufre de artrosis, más preocupada, determinó que era necesario tomar cartas en el asunto. Sobre todo porque para esa fecha Rafael completaba tres días en que no se levantaba de la cama.
Madre e hija pactaban en la sala cómo llevarlo a un hospital, hacían llamadas y eran conscientes del peligro que afrontan las personas de la tercera edad en hospitales con pacientes COVID-19. Pero cuando regresaron a la habitación notaron que algo no estaba bien. En un cuarto de cuatro por cuatro, donde había dormido gran parte de su vida, yacía Rafael inmóvil, con los ojos abiertos y la mirada perdida.
“Yo le dije a mi mamá que no se le sentía el pulso, entonces ella me dijo ‘no él ya se fue’, pero le insistí en que no, que tal vez tenía el pulso muy bajito. Pero no, al momentico llegó un vecino a mirarlo y ya nos dijo que sí había muerto”.
Rafael falleció en su cama hacia las tres de la tarde del viernes.
Tramitología indignante
En medio del dolor por la inesperada partida, María acudió a la funeraria donde tenía afiliado su papá, pero allí le pidieron en primera medida el examen médico que determinaba realmente de qué había fallecido Rafael. Ese documento debía tramitarlo ante la EPS Sanitas, y así fue.
El médico fue a su casa y determinó que había sido una muerte natural. Con la carta de defunción, se dirigió nuevamente a la funeraria Cristo Rey, pero la situación se tornó más compleja.
“Es la primera vez que yo paso por este tipo de cosas”, comentó María, agregando que no había visto partir a ningún familiar cercano.
En la funeraria le pidieron además de la carta, una copia de la historia clínica reciente, y con la que no contaban, pues lo último databa de diciembre del 2020. Ya eran cerca de siete de la noche y con angustia porque el cuerpo de su padre pasara más horas sin atención, regresó a casa, tomó los papeles y partió otra vez hacia la funeraria.
Sin embargo, no se percataron que en aquella corta y única cita el médico había indicado, sin entrar a desarrollar una prueba, que Rafael era portador asintomático de COVID-19. De ese argumento se aferró la funeraria para poner más trabas.
“Nosotros le dijimos a la funeraria que no, que él no tenía COVID, que eso había sido hace más de tres meses, que había pasado mucho tiempo, además que ninguno en la familia había estado enfermo. Entonces nos dijeron que no, que debíamos ir nuevamente a la EPS por otro examen, porque el médico no había dado bien la carta de defunción”.
Cayó la noche y el cuerpo de Rafael permanecía sobre la cama, ante la mirada de desconsolada de su esposa e hija, que nunca se imaginaron tener que dormir al lado del cadáver del hombre de sus vidas.
A tempranas horas de la mañana María acudió a la Secretaría de Salud en busca de una salida, que poco surtió efecto.
Increíblemente era la una de la tarde del sábado y María, Miriam y algunos vecinos de Cuarto Centenario todavía estaban esperando a que un médico fuera hasta la casa para que les diera una nueva carta.
La funeraria acudió varias veces para efectuar el levantamiento, sin embargo, como no se contaba con el documento el procedimiento no podía llevarse a cabo.
“Mi compañero de vida”
Mientras esperaba, Miriam contó a LA NACIÓN que Rafael fue su compañero de vida, pidió ayuda y rechazó lo sucedido.
“Era una persona muy alentada, casi no sufría de ninguna enfermedad. Cuando lo llevé al médico me dijeron que él estaba alentado, que no tenía nada, que todo se debía a la edad, pero cuando el médico lo pesó dijo que pesaba menos que un niño de siete años, entonces yo les dije que por qué no lo dejaban hospitalizado para que le pusieran suero, pero no, me dijo que era mejor en la casa y buena alimentación”, recordó Miriam.
El médico de Sanitas nunca les dijo que supuestamente Rafael tenía COVID-19, pero sí escribió el dictamen sobre la historia clínica. “Me duele mucho y me preocupa la situación que, a esta hora, mi esposo va a completar 24 horas y no lo hemos podido llevar, aquí lo tengo en el apartamento. Es injusto lo que están haciendo con nosotros”, agregó ayer Miriam hacia la una de la tarde.
El adiós
Hacia la 1:40 de la tarde de ayer sábado, había llegado el médico, y posteriormente la funeraria procedió con el levantamiento. Toda la torre 23B del conjunto donde vivía Rafael, se percató de lo ocurrido. Y la ciudad entera permanecía a la expectativa en medio de la incertidumbre por el muerto que nadie quería recoger.
La familia divulgó por redes sociales y medios de comunicación vídeos de lo sucedido a manera de denuncia, aunque ninguna autoridad se ha pronunciado al respecto.
Finalmente a Rafael le darán cristiana sepultura hoy domingo en horas de la mañana, sin más exámenes. El médico determinó que se trataba de muerte natural.