Jorge Guebely
Naufraga la mentira que perpetúa el poder de los poderosos. Arma lingüística para someter despistados a través de cárceles mentales. Carburante que potencia la prosperidad mezquina del potentado y pauperiza al resto. Falsedades difundidas sin escrúpulos para demoler víctimas hasta convertirlas en satisfechos despojos de la avaricia.
Surge, entonces, la verdad; antídoto para superar el oprobio. Se abre camino con dificultad como salvavidas de náufragos, como “Los acuerdos de paz” en Colombia. Mecanismo para desmaquillar realidades maquilladas del conflicto nacional y rescatar la dignidad vulnerada.
Brota con su propia energía por la imposibilidad de convertirla en cadáver y enterrarla por siempre. Crece a pesar de los permanentes intentos de hacerla trizas, convertirla en mentiras triunfantes. Contra poderosos obstáculos, pero con eficacia, crece con la certeza de dar resultados en el junio próximo a través del informe de “La Comisión de la Verdad”.
Desde ya, existe un anticipo. Desde el diciembre pasado en la exposición: “Huellas de la desaparición” del museo Miguel Urrutia en el Banco de la República de Bogotá. Evento preparado por la “Comisión de la Verdad” con el apoyo investigativo de la institución: “Forensic Architecture” de la Universidad de Londres.
Con dolor, el asistente descubre la verdad de las “Cajas negras”, los acontecimientos oscuros de la retoma del “Palacio de Justicia”. El horroroso destino de personas clasificadas como sospechosas, sometidas al paseo del terror por diferentes instalaciones militares y policiales. Sin descartar las torturas, las desapariciones forzadas y hasta las ejecuciones extrajudiciales. Pavoroso canto a la muerte, a la bestia humana, al poder de los poderosos.
Con indignación, el visitante descubre la sección “Despojo y memoria de la Tierra”, la verdad de las crueldades perpetradas contra campesinos del Urabá antioqueño. Brutal despojo de tierras para poblarlas con el monocultivo bananero, negocio de poderosos empresarios. Infamia delinquida con represión armada, terror y masacres.
Y no menos insoportable la sección de “La selva detectada”; verdades sobre la colonización amazónica con parámetros de la vieja España. Violencia contra indígenas, especialmente, los Nukak. Su desplazamiento, su degradación. Usurpación de sus derechos para saciar la avaricia colonizadora, origen de todas las guerras nacionales. Estúpida deforestación para privatizar territorios de un país cuyos congresistas ni siquiera conocen sus fronteras según José Eustacio Rivera.
Germina la verdad que, según Cristo, “nos hará libre”. Crece lentamente entre mentiras oficiales, esas malezas mentales del poder. Entre perniciosos obstáculos porque ella, “…es hija del tiempo, no de la autoridad” como lo afirmó Sir Francis Bacon. Contra todos los improperios clasistas, crece la dignidad humana de Colombia.