Creer en la dignidad humana

Piero Emmanuel Silva Arce

A menos de dos meses de las elecciones presidenciales, las campañas continúan ajustando las estrategias para lograr la mayor cantidad de electores. Algunos siguen buscando a barones políticos como Cesar Gaviria, una especie de mercachifle y capo de la política, para que ponga a disposición un partido tradicional que tiene más cara de empresa de votos. La estrategia no funciona porque la ciudadanía ha cambiado sus apuestas políticas en los últimos años. Por ejemplo, que la campaña de Federico Gutiérrez ponga a una figura irrelevante e insípida como fórmula vicepresidencial, que repite todas las frases de cajón del candidato presidencial, no servirá para limpiarse de las manchas sangrientas de Uribe.

La ciudadanía ha demostrado que está ávida de cambios reales en Colombia. El estallido del Paro Nacional 2021 recoge el acumulado de las movilizaciones sociales del siglo XXI, se configura una comunidad política con ganas de participar del espacio público, cansada de las condiciones de extrema pobreza, de desigualdad y de violencia. Después de los tres meses de encuentro ciudadano en torno a las ollas comunitarias y de las diferentes asambleas barriales que se llevaron a cabo a lo largo y ancho del país con la participación de los diversos sectores de la sociedad, se afianzó en el alma ciudadana la semilla de un cambio real e inmediato. Ya el discurso babeante del no polarizar, del castrochavismo, de la expropiación y del robo de las pensiones a las personas no cala tanto porque la realidad es muy clara y es evidente quiénes son los que han llevado a la nación a la debacle y a una crisis profunda. Si triunfa el candidato del establecimiento, continuarían políticas diseñadas para el interés particular en lugar del bienestar general, que en el futuro serían muy difíciles de reversar. Es que hay que decirlo claramente, los despojos de las élites políticas no se pueden invisibilizar, las víctimas se cuentan por millones y el daño es tan profundo que hasta nos quitaron la posibilidad de creer que se puede vivir mejor.

La violencia atroz ha silenciado a sectores políticos que han osado decir: todos debemos habitar el país en condiciones de dignidad e igualdad. El silencio y el miedo nos han hecho dudar sobre la posibilidad real de un cambio y en las elecciones se había preferido elegir lo establecido. Esto, por fortuna, ha cambiado y la conciencia ciudadana ya lo expresó en las calles y en las urnas. El rumbo del país ya viene tomando otra dirección y reclama la materialización de la dignidad humana.

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