Crónica del ‘Petroceso’

De todos los liderazgos fallidos de la historia universal, encausados y fundados con base en el odio de clases, la venganza y la culpa; hay uno en Sudamérica, que ha revelado cómo estas tres condiciones desencadenaron la fórmula perfecta para llevar al abismo a un país que cambió su economía emergente por rencor, ruptura y descalabros financieros. Causas que en tan solo dos años, tienen a una nación entre pobreza y retraso, todo, debido a un discurso de odio al éxito ajeno.

La moral de la envidia de quien desde sus inicios incita a la destrucción, en calidad de primer mandatario, solo puede pronosticar pobreza y retraso para el territorio que representa, en un mundo donde dar respuesta a los llamados de urgencia por parte de los habitantes, quienes le otorgan el poder, debe ser vital para quien asume el rol de presidente.

Sin embargo, la gestación y desarrollo de las guerrillas comunistas en el caso colombiano, han sabido mantener el marketing y la propaganda, que tras la caída de la Unión Soviética y la muerte del Ché Guevara, aún captan la atención de algunos gobiernos, adolescentes y personas quienes, en tiempos modernos, por desconocimiento o ignorancia, avalan los ideales de esa “arma revolucionaria”, que hoy más parece revoltosa, pero es muy peligrosa.

Es tan peligrosa que advierte una guerra, sin precedentes en la historia de un país de gente pujante y trabajadora. Una conflagración la cual se viene cocinando décadas atrás, con la diferencia que hoy tiene a todo el país entre la olla a presión, sin válvula y a fuego lento; sin ánimos de apagar la llama y, por el contrario, comprando un ejército de zombies con el fin de usar la palabra “vida” como slogan de campaña, para causar más muerte y poder perpetuarse, como él quisiera, por mil años más.

No obstante, la función social del triunfador, quien desde la oposición con buen ejemplo, experiencia, pero sobre todo con evidencia, difunde entre quienes no compartimos la visión de un mal líder quien, lo único que esparce es desorden, vagancia y envidia; está la visión de cómo, por vía democrática, podemos recuperar sin palabrería ni discursos de odio, la capacidad de volver a encaminar a Colombia en la línea de países en vía de desarrollo y no, como está hoy, en la lista de los no desarrollados.

Como Senadora, sigo encaminando mi labor, para que los colombianos trabajadores tengan mejores condiciones que los matones y mamertos quienes, a nombre de la “revolución”, no les alcanza ni mil años de perdón, por todo el ‘Petroceso’ que le han causado a la nación.

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