La Nación
COLUMNISTAS

Cuando la sal se corrompe…

Nunca habríamos pensado que un alemán hubiere hecho la trampa más grande a una normatividad, a un cliente y a un mercado y muchísimo menos a los Estados Unidos. Lo descubierto (por casualidad por un activista ambiental) es quizás la bofetada más grande a la trayectoria de seriedad, honestidad y respeto que siempre ha inspirado Alemania después de superar la era Hitler tomada por ellos como un reto permanente para borrar esta infamia. Resulta que la Volkswagen, emblemática marca de autos (el carro popular en español), la mayor productora y vendedora de autos del mundo por encima de Toyota instaló en más de 600.000 de sus vehículos a Diesel un dispositivo electrónico para birlar las pruebas de eco eficiencia en el mercado Norteamericano de acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental, EPA (Por sus siglas en inglés). Antes, firmas alemanas se habían visto envueltas en negociados relacionados con pago de comisiones para la obtención de negocios en varios países del mundo o habían financiado ilegalmente partidos políticos en Alemania para beneficiarse de decisiones en el parlamento; también violado normas en el mercado financiero. Nada de esto es aceptable pero aquí se configuraba un cohecho en términos de nuestras leyes: “El que peca por la paga y el que paga por pecar”, es decir, aceptaron “reglas” impropias del mercado, inaceptables en todo caso. Pero lo hecho por la fabricante automotriz fue una decisión totalmente autónoma, una premeditada estafa. Algo, de nuevo, impensable en un alemán, tan exigentes y transparentes en sus negocios.

Se siente desasosiego con lo realizado por la empresa de la W, dueña, además, de Audi, de alta gama  y también afectada por el truco tecnológico y de otras marcas. Esta compañía creó todo un pueblo (Wolfsburg, la ciudad de la W, en español) con sus más de 600.000 empleados todavía no mide el gran golpe causado a su empresa, su gente, su país en términos de confianza. No fue una buena manera de celebrar los 25 años de la reunificación alemana que se cumplen por estos días, una decisión que todo el mundo aplaudió porque fue un motivo de orgullo alemán a un alto precio que no les importó. Por ahora ya cayó el presidente de la empresa (aquí en Colombia habría caído un supervisor de la línea de producción).

Si a esto le sumamos lo que acontece en la FIFA, dirigida a alto nivel por el suizo Blatter, un país famoso por su precisión y neutralidad, cabría decir “apaga y vámonos”. Nuestros corruptos de cuello blanco deben estar felices porque pensarán que el mundo desarrollado así actúa. ¡Qué pena!