Danza del uróboros. Por Jorge Guebely

El comentario de Elías No sería raro si el presidente encargado de Venezuela embalsamara el cuerpo de Hugo Chávez. Le serviría para usufructuar políticamente la gloria de un muerto, ejercicio corriente entre políticos. El mismo provecho construido con la gloria de Bolívar: el M19 le robó la espada, Chávez ondeó la bandera bolivariana, y Uribe lo citaba con la mano en el corazón. Es una ley política: todo se valida si sirve para conquistar y consolidar el poder del Estado. Lo embalsamaría como corresponde a una dictadura de izquierda. Como embalsamaron a  Lenin, a Mao, a Ho-Chi Ming, a Kim Il-Sung y a  Georgi Dimitrov. Como lo hacían los faraones del antiguo Egipto porque nada se parece tanto a una dictadura faraónica como una dictadura ‘marxista’. Ambas poseen la misma verticalidad implacable y el mismo culto a la personalidad. A su modo, cada una rinde culto a la muerte. Son embargo, el embalsamiento de Chávez tendría una lectura turbadora. Sería una versión más del uróboros, la serpiente monstruosa que se devora a sí misma por la cola, el sentido repetitivo e insubstancial de la historia. Horrenda iconografía hallada en los sarcófagos egipcios. La inutilidad del devenir, los hechos se multiplican eternamente sin salirse jamás de su cauce esencial. Versión egipcia del mito de Sísifo. Diferente al Eterno Retorno, retorno con ascenso, el uróboros visualiza la historia como una eterna cacofonía. Y no parece descabellada la afirmación. La historia política es una permanente sucesión de dos formatos gubernamentales: el autocrático con su dictador, el plutocrático con su elite. (La democracia sigue siendo un mito poético). Se suceden y se repiten indefinidamente, ya en la Grecia antigua, la Roma temible o en la actual Latinoamérica. La autocracia de Batista cedió a la de Fidel Castro; la plutocracia venezolana, a la autocracia chavista; la autocracia de Rojas Pinilla, a la plutocracia liberal-conservadora de Colombia. Y ésta se reproduce hasta nuestros días, hasta encontrar su autócrata de derecha o izquierda. Fastidiosa danza circular del uróboros, sucesión de dictaduras y plutocracias. Nada nuevo en política después de nueve mil años: el mismo desastre, el mismo estancamiento, la misma monotonía implacable. Aún los marxistas, provistos de un discurso en pro del hombre nuevo, piensan y viven como autócratas viejos: Cuba, Corea del Norte, China… Ninguna cultura diferente los avala. No importa si Marx puso las bases para romper el espinazo al uróburos histórico. Razón tenía Hobsbawm al proclamar la necesidad de releer al autor de El Capital. Yo agrego, releerlo con perspectiva humana, no política. lunpapel@gmail.com

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