Nadie duda que los colombianos somos eventualmente maltratados al ingresar a otros países y en ocasiones sometidos a inaceptables ignominias, pero de ahí a creer que la manera de enfrentar estas situaciones es generar un conflicto diplomático, simplemente demuestra el estado delirante de “Gustavo el críptico”.
Es la evidencia incuestionable del fracaso de su manera de gobernar basada en el enfrentamiento y el insulto a quien ose contradecirlo, inadecuadas costumbres en lo que llevamos de este periodo presidencial, del cual todavía faltan dieciocho largos meses.
Nada le ha funcionado, no solo por su absurda concepción de la realidad, sino también por el inadecuado diagnóstico que tiene de varias áreas, el cual es alejado completamente de las evidencias. Lo anterior, sumado a la ausencia de método, ha llevado a crisis como la del sistema de salud y la próxima que parece estar asomándose en el sector energético.
No es necesariamente un fracaso de las ideas de izquierda, -es injusto achacarle esa responsabilidad a todo ese espectro político-, es de la personalidad de quien gobierna, de un estilo inadecuado, respaldado por enceguecidos partidarios y obsecuentes colaboradores que prefieren callar o adular antes que controvertir a su jefe por las ideas bizarras que tiene.
Podrán llenar la redes sociales de opiniones de las bodegas pagadas con dineros del Estado, pero a estas alturas no pueden ocultar el sol con las manos. El fracaso es estruendoso, las propuestas populistas que mostraron en la campaña hoy no son ni siquiera una ilusión o utopía, simplemente hacen parte de esa quimera de creer que bastaba con ganar unas elecciones y todo se resolvía de manera mágica.
Si alguien cree que está turbulencia e incertidumbre que hemos vivido durante este periodo de gobierno va a terminar o siquiera disminuir, está muy equivocado. Viene la campaña de 2026 y en ese escenario la extrema derecha tratará de sacar provecho del fracaso del actual Gobierno, y la extrema izquierda procurará llevarse por delante a quien se le oponga; serán meses de martirio en los cuales el único perdedor va a ser el país y la institucionalidad.
En todo caso, en el próximo periodo de gobierno no se va a construir sobre lo construido sino a reconstruir lo destruido, ojalá lo entiendan desde ya los aspirantes a la presidencia y no persistan en el error de hacer campaña con propuestas populistas cuyas consecuencias conocemos muy bien.