“Esta generación de americanos ha sido probada por las crisis que han fortalecido su perseverancia y probado su resistencia… “Esta generación de americanos ha sido probada por las crisis que han fortalecido su perseverancia y probado su resistencia… Las posibilidades de América son ilimitadas, porque poseemos las cualidades que nos demanda este mundo sin fronteras: juventud y perseverancia, diversidad y apertura; una inacabable capacidad para asumir riesgos, el regalo de poder reinventarnos. Mis queridos compatriotas, estamos hechos para este momento y vamos a conquistarlo y lo tomaremos siempre y cuando lo hagamos unidos.” Con estas y otras frases de ánimo, Barack Obama tomaba posesión de su segundo período presidencial trasmitiendo un mensaje de esperanza e invitando a los norteamericanos a unirse bajo el marco de la Constitución de sus fundadores y con la certeza de que aquello que los llevó a ser una gran nación sea reafirmado con una actitud de reconciliación y una mirada optimista del futuro. Como siempre, estos mensajes inaugurales tienen mucho de sublime ya que al mandatario electo se le da una oportunidad de probar su liderazgo y transmitir al ciudadano no sólo las buenas nuevas por venir sino que se nos invita a ser parte de la construcción de ese mejor futuro. Y por supuesto, se alborota el nacionalismo y se permite en esos momentos creer en lo que se dice y hasta se olvida de toda decepción pasada. Lo sublime del momento permite que la nación se dé el chance de soñar de nuevo. Pero todo momento sublime tiene su lado ligero y en este caso los medios noticiosos dieron igual despliegue a comentar los atuendos que la primera dama lucía, emitiendo juiciosos comentarios del peinado y su maquillaje. Así, el sublime discurso presidencial competía con la biografía del diseñador del vestido de Michelle y la “pinta” de las hijas del Presidente. Pensándolo bien, esto de lo sublime y lo ligero no es exclusivo de eventos presidenciales. Basta ver los noticieros en donde el espacio dedicado al “entretenimiento” o a “las disputas personales” tiene más rating que las conversaciones de paz o cualquier propuesta que implique reflexión y análisis. Es tal el embate de lo ligero que lo preferimos porque lo sublime por lo general requiere sacrificio y esfuerzo. El riesgo está en cuando perdemos las fronteras y volvemos sublime lo ligero. Allí no habrá discurso presidencial que aguante, ni líder que nos guie a buen puerto. Estemos alertas.