La Selección Colombia ha quedado esta semana eliminada del Mundial de Catar 2022. A pesar de que ganó el partido de cierre de las eliminatorias ante Venezuela, los dirigidos por Reinaldo Rueda terminaron de sextos en la tabla y no lograron llegar, al menos, al repechaje intercontinental, que disputará Perú el 14 de junio, ante el ganador del duelo entre Australia o Emiratos Árabes Unidos. Tampoco fue capaz de conseguir uno de los cuatro cupos directos.
La eliminación de la Selección Colombia es un fuerte golpe a este país futbolero, que se paraliza para verla jugar, que estalla en júbilo cada vez que gana o que llora cuando le va mal. Luego de dos clasificaciones consecutivas, a Brasil 2014 y Rusia 2018, los hinchas colombianos no verán en Catar a sus figuras como Luis Díaz, James Rodríguez o Falcao García. Este momento de desilusión fue el mismo que se vivió en las citas a Corea-Japón 2022, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010.
Más allá de la tristeza que genera no ir a Catar, el país debe ser realista y entender que la eliminación es la respuesta a la cadena de deslucidas presentaciones, errores y malas decisiones de jugadores, técnicos y directivos del balompié nacional durante los últimos cuatro años.
En el terreno futbolístico, Colombia lució en varios partidos como un equipo sin identidad y sin jerarquía. Las individualidades no tuvieron protagonismo y el juego colectivo hizo agua en numerosas oportunidades. A varios jugadores les faltó pundonor deportivo y perdieron partidos claves. En el campo directivo, sacaron al técnico argentino José Pékerman tras una digna presentación en Rusia, pusieron a Carlos Queiroz y terminaron reemplazándolo por Rueda.
La eliminación de la Selección Colombia no fue suerte ni cosas del destino. Fue la consecuencia de no ponerle ganas al éxito, de no empeñarse por hacerlo bien.