Froilán Casas Ortiz
El ser humano es un ser paradoxal, habla de paz y a la par hace la guerra. La historia de la humanidad está infortunadamente llena de páginas cruentas. Uno se horroriza al leer la historia; en todas las épocas, etnias, geografías y culturas, las guerras por dominar a los otros, ha sido el pan de cada día. ¡Qué no decir de nuestro país! La lucha por el poder político entre conservadores y liberales, causan vergüenza. A veces, es mejor seguir la política del avestruz, pareciera mejor no saber nada del pasado, para no sufrir esos escalofriantes hechos en el presente.
Hoy la agresividad campea en muchos círculos sociales. Las redes sociales están llenas de coprofilia; como no pasa nada, no hay legislación que judicialice tales comportamientos, se masacra la honra y la fama del prójimo de la manera más descarada. El código penal hablaba del delito de injuria y calumnia; hoy, ¿Qué se hace al respecto? Aguante las groserías y los insultos del otro. En estos tiempos electorales, se aprovechan las redes sociales, los discursos en lugares públicos para pisotear al otro.
No se hacen críticas para proponer soluciones; no son discursos propositivos, son discursos incendiarios que llevan al colectivo social a odiar con odio visceral a quien piense lo contrario; predican el disenso pero, ¡ay de quien se oponga a sus exigencias! Se emplean calificativos insultantes para postrar el pensamiento contrario; se emplean toda clase de artimañas para enlodar la vida de su contrario; se fomentan los odios ancestrales para sembrar en las juventudes el resentimiento y la animadversión contra todo lo que huela a pasado. Se presentan como los “nuevos mesías” que ofrecen partir la historia: el pasado es explotación, miseria, esclavitud; el futuro que ellos ofrecen es un nuevo paraíso en donde no habrá hambre y se acabarán todas las injusticias heredadas de épocas nefandas. ¡Cómo es de fácil destruir, qué difícil es construir! Pregunto, ¿qué autoridad moral tienen quienes hacen tales propuestas? Su vida personal, ¿es un dechado de virtudes? Qué fácil es ver el toro desde la barrera, ¿por qué no se lanza al ruedo a ver cómo lo hace? No cabe duda que es urgente un cambio.
Llevamos doscientos tres años de vida republicana y los cinturones de miseria abundan por doquier. La clase dirigente no ha estado a la altura de las exigencias de la realidad histórica. La pobreza debe desaparecer del país, este es un país rico; el Creador le ha dado las mayores riquezas del mundo. La ambición, la codicia y el hambre atrasada de tantos funcionarios han devorado al Estado. En época electoral, todos ofrecen el oro y el moro y, en llegando al poder, cometen las más crueles injusticias; se tragan el presupuesto en burocracia, en despilfarro del erario, en corrupción en el manejo de la cosa pública; para los devoradores del erario, no hay dinero que alcance y, mientras tanto las vías siguen totalmente deterioradas, el desempleo crece gigantescamente.