Del verano a la primavera

Aquí no podemos hablar de primaveras. Del despertar de las flores o de las conciencias dormidas. Nada. Pero si podemos anunciar la llegada del verano entre ferias y orquestas de pueblo, donde no es raro ver a niños borrachos y dedicados al pillaje para divertirse. Y mientras eso pasa en el campo, en las ciudades otro montón de adolescentes drogados por la televisión o los videojuegos dejan pasar los días de sus vidas, allí, sin hacer nada más, sin pensar en nada más. 

Aquí nadie quiere ser Mandela o el Che Guevara, estos pequeñuelos lo único que aspiran es pereza y desean ser zombis, bailar reguetón y tener un cajero automático con nombre de papá y cara de tonto que les de plata para vivir como les da la real gana.

Los héroes de la televisión gringa, por lo general son sicarios, asesinos a sueldo, gente sin conciencia que dispara, mata y no siente ni pizca de remordimiento. Bueno, también hay zombis. Y no es raro que hoy muchos quieran ser héroes de televisión, mejor dicho malhechores. Y a más de uno la tele le lavó el cerebro delante del papá, y los viejos ni cuenta se dieron.

Invitar a un universitario a tirar piedras para divertirse es fácil. Pero tener a un joven de conciencia, alegando y argumentando problemas del país ya es otra cosa. Eso hoy en Colombia es una utopía mayor. Y vamos a necesitar medio siglo más para intentarlo.

Una primavera no es asunto de inconformismo, rabia o el berrinche espontáneo como las manifestaciones inocuas de los universitarios. No. El asunto es de personas con conciencia moral e intelectual en su paso por la vida. Y nada puede esperarse de muchachitos criados a punta de televisión y chococrispy, e incapaces de leer su contexto social. De pelaitos que no saben del mundo porque no les alcanza la voluntad para leer prensa siquiera, y desconocen la historia de su país. De pelaitos y niñitas que pasan por la universidad como si estuvieran en pasarelas para modelar y bailar, pero no alcanzan a estrenar sus cerebros para tener una discusión seria sobre su realidad.

La revolución la hace la gente que piensa y no es una moda. La revolución se hace con argumentos y no tirando piedras para dañar la propiedad privada. La revolución no es hacer grafitis. La revolución es el proceso de estudiar, comparar, analizar, proyectar, dialogar, discutir, exponer el mundo que tenemos con el mundo que deseamos y merecemos… y no es matando al otro, como se logra lo que se quiere.

Mientras que en el mundo florece el inconformismo de la juventud para denunciar lo mal que funciona la economía y la política, aquí solo les damos pan y circo a estos muchachitos para que sigan alimentando su analfabetismo emocional… y sigan dormidos como leños secos en un eterno verano de trago, drogas y reguetón. 

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