La Nación
Desbordamiento de la libertad de expresión 1 24 abril, 2024
COLUMNISTAS

Desbordamiento de la libertad de expresión

María Consuelo Plazas Serrato

El pasado viernes, las redes sociales se impactaron sobre manera  luego del trino que publicó el señor ex presidente Álvaro Uribe en su cuenta de Twitter, en el cual sindicaba al reconocido periodista Daniel Samper Ospina de ser un “violador de niños”. Ante tan desbordada declaración, una ola de protesta se levantó en el país, dando cuenta que circunstancias como esta, ponen de manifiesto que gran parte de los debates que deberían ser abordados con aplomo y moderación, se  tornan en excesos conceptuales colmados de expresiones mordaces e irreverentes.

Ante semejante despropósito, de inmediato surgió una explicable  y justificable reacción por parte de diversos sectores de opinión, descalificando tan desobligante actitud y en pro de la dignidad del periodista aludido, al punto de convertir su nombre en tendencia nacional en Twitter.

Este hecho, se suma a la larga lista de lo que la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), llamaría una “estigmatización carente de cualquier prueba y una afirmación irresponsable”, pues situaciones como estas, por desfortuna, se han tornado ya habituales en nuestro país. En ese sentido convendría recordar diversas disputas provocadas por el expresidente, como por ejemplo los ataques públicos perpetrados a periodistas de Noticias Uno, al columnista de la Revista Semana Daniel Coronell, al Concejal de Bogotá  Hollman Morris o a la Senadora Claudia López, para citar solo algunos, tal como lo han señalado diversos medios de comunicación.

Dicho esto, resultan inexplicables las actitudes asumidas con asombro nacional por el expresidente y ahora senador, dado su desempeño histórico y político, aunado a su rol como servidor público y, sobretodo, su perceptible influencia en gran parte de la opinión nacional, cuando debería constituirse en ejemplo a seguir  y motivo de inspiración comunitaria, sin embargo con su desbordado accionar genera indignación  y desconcierto, dejando de lado la mesura como fortaleza del liderazgo político.

Por último, cabría destacar que la libertad de expresión relativa al ámbito de la vida pública, como derecho fundamental, no puede verse condicionado por estrategias que conlleven al desprestigio moral de las personas, por el contrario, debería ejercitarse  con ponderación, aportando ideas y puntos de vista de peso y con altura, que nos permitan dirimir conflictos y comprender posiciones antagónicas desde la información verídica, pues como bien lo expresó el escritor español Fernando Sánchez Dragó, «La libertad de opinión y expresión, que es sagrada, sólo puede existir en el contexto y el caldo de cultivo del decoro, la buena educación, el buen gusto y el respeto a la dignidad de las personas».