Leyendo hace algún tiempo un libro de Yehuda Berg, cuyo solo título impacta: Satán, una autobiografía de nuestro gran oponente, el ego; supe que algún día plantearía en mis lecciones este tema del que tanto hablamos y tan poco sabemos.
El mero término satán ya asusta. Claro, cómo no. Si desde pequeños nos vendieron a este ser como el macabro y sombrío personaje de tridente y cachos. Yehuda Berg expone en cambio, que satán en sánscrito se traduce como “el adversario”, un sinónimo para el Ego (El Gran Oponente); el gran obstáculo, diría yo. Una fuerza que vive dentro de cada uno de nosotros y que interfiere el trabajo espiritual que cada quien viene a realizar. La reflexión de hoy entonces, está inspirada como siempre por la divinidad en mi interior y por las enseñanzas del sabio autor citado.
Generalmente el ego se asocia con el concepto de quien tú crees que eres. Además, es tan hábil que te hace suponer que no existe o en algunos casos que el y tú, son lo mismo. No es así. Afortunadamente Dios creó los ángeles, extensiones divinas que te pueden ayudar a recordar quién eres realmente. Esa es su misión, encender el amor en ti, el amor que de hecho ya eres, la luz que ya está en ti. A expresar la majestuosidad de tu ser, que muestres la mejor versión de ti mismo.
El ego es aguantador, te convence de que comas callado, de que no confrontes al que te maltrata. También es un saboteador de primera. Te mete zancadilla cada que puede, no le des chance. Enséñale quién es quién. Si algo no te sale, no te entristezcas; acepta y sal adelante. El ego es vanidoso y no comparte (si lo hace es por obligación o presión) y no se alegra de las bendiciones ajenas. Ahí te lo voy presentando para que lo identifiques y desenmascares.
El ego es cerrado, escéptico, no cree en milagros; se divierte haciéndonos pensar que tomamos una decisión desacertada y nos mantiene nostálgicos con ideas de: “cómo hubiera sido si esto…qué hubiera pasado si aquello”. Para el ego la vida es irónica, injusta y las oportunidades solo le llegan a los demás. Por otro lado, es problemático, quisquilloso y negativo. Pero despreocúpate, en el Reino de los Cielos todas las situaciones ya están resueltas.
El ego se disfraza de la pobre víctima abandonada y abruma con cuestionamientos como: “Nadie me quiere, todos me dejan. ¿Por qué a mi?, ¿Qué hice yo para merecerme esto? Me siento vacío, vacía”. Nada de eso, tú ya sabes que puedes elegir la conciencia de creador y no la de víctima. Además, el amor todo lo sana, todo lo llena.
Para el ego todo es igual, los días transcurren de la misma manera y no hay nada nuevo por hacer. El ego es resentido, no admite errores, no perdona porque según su parecer hay asuntos que son imperdonables. Bajo esa filosofía, prácticamente nos relacionamos de ego a ego; no de corazón a corazón. Es cínico, escéptico, terco, nada le gusta y hasta muy lógico aparenta ser.
Te incita a buscar aprobación por doquier, a rechazar la opinión de los demás y a adorar a los que están de acuerdo con tu verdad. Ten mucho cuidado. ¿Qué es eso que tanto no te gusta de ti que sientes la imperiosa necesidad de ir agradando a todo el mundo? ¿Qué es lo que quieres compensar?
El ego es impaciente y todo lo quiere ya. Es amargado, desagradecido y se oculta detrás de cada escena de tu vida. Los ángeles son recordatorios de que la alegría es tu estado natural pero cuando cedes el mando al ego, solo aprecias lo que tienes hasta que ya no está.
Para el ego no hay descanso que tenga una verdadera justificación. “¿Vacaciones? Indiscutiblemente, no. Ya fuiste el año pasado. No hay manera que te puedas dar ese lujo. Cuando te mueras harto vas a descansar”. Visualízalo como un capataz, un dictador que te respira en la nuca cuando te quieres brindar un rato de esparcimiento y esfúmalo haciendo conciencia del ser merecedor que eres.
El ego limita, resta valor, nos restringe de soñar, de arriesgarnos. Desmerita y nos hace sentir temerosos de nuestra misión y hasta de cobrar un servicio, por ejemplo en el caso de nosotros los terapeutas energéticos. ¿Si tu mismo no le das valor a tu terapia, cómo esperar que los demás si se lo den?
Pero también tiene su otro filo: así como nos hace menos, también nos engrandece falsamente, es un experto adulador y se espiritualiza. Le gustan los elogios, el reconocimiento, las recompensas, la gratificación inmediata, la auto-importancia y la superioridad. Un ego espiritualizado si que es un gran impedimento de crecimiento.
Importante aquí recordar que nadie es mejor que tú. Nadie está por debajo tampoco. Somos iguales ante los ojos de Dios y de los ángeles. Ahora, si de espiritualidad se trata, existen muchas ayudas pero no atajos ni salidas. Ningún curso de solo unas horas o un fin de semana nos va a “iluminar”. La espiritualidad es diaria, es un trabajo en conciencia. Y no hay caminos mejores, solo diferentes. Desconfía de quien te asegure que su método espiritual es el único, el verdadero, el mejor.
Cuida tu ser además de aquellos maestros que amenazan o demandan a sus alumnos y los coartan haciéndoles firmar documentos. La grandeza de un servidor de la luz de Dios no radica en el número de conferencias o alumnos inscritos en cursos sino en la cantidad de maestros que realmente forme. Eso si es servicio.
La buena noticia, es que aunque el ego puede aparecer como una fuente de permanentes dudas y cuestionamientos, en realidad este adversario es una herramienta de trascendencia al mismo tiempo. En la medida que cobras conciencia de su existencia, despiertas y te abres a compartir amor de manera incondicional, logras que sus trucos y mañas pierdan fuerza.
No se trata de luchar contra el ego. Es de fluir y desenmascararlo bajo la comprensión de lo que es y lo que no es también. De aminorar su influencia y poder, recordando tu origen divino y quién eres. Transfórmate y transformarás tu vida. ¿Qué te hace falta para estar en perfecta sintonía con el creador y restarle poder al avasallante ego?
Elijo alinearme con la Voluntad Divina y no con la voluntad de mi ego.
Martha Muñoz Losada.
Terapeuta en Sanación y Canalización con Arcángeles – Master Reiki Usui
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