La Nación
Diálogo + diálogo = consenso 1 20 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Diálogo + diálogo = consenso

En estos momentos de álgidos cuestionamientos sobre las posibles reformas o actuaciones del gobierno encabezado por el presidente Petro, ponen de presente la urgencia y necesidad de dar paso a un verdadero diálogo con todos los sectores de la sociedad para que se logre un consenso nacional. O como lo concebía Álvaro Gómez Hurtado: un acuerdo sobre lo fundamental. Tanto el gobierno, como quienes se catalogan partidarios de la oposición y demás actores sociales y políticos tienen que transitar por el camino del diálogo. El reto es construir consensos y no anular al otro de manera directa o con amenaza del pueblo en la calle. Todos los sectores deben volver a los postulados o enseñanzas de los diálogos o mayéutica socrática.

Es decir, a partir de los temas a reformar, con la debida socialización y una comprensión lúcida por parte de todos los sectores, mediado por un diálogo fluido, pero con un trato cortés y sensible por parte del gobierno, donde se garantice que todos participen y argumenten sus opiniones y todo se haya expresado plenamente; estará a la vista el consenso. Por el lado del gobierno, no es conveniente que escoja selectivamente con quien interactuar. Dejaría por fuera actores importantes. Tiempo le tomó construir y vender una propuesta de cambio, por lo tanto, no la puede invalidar ahora que está en el poder por la arrogancia de no escuchar. Al contrario. La apertura a los debates con altura, tendrán que ser su máximo reconocimiento. Ese mismo ejercicio adelantado en campaña y luego en la construcción del plan de desarrollo, deben traducirse con unos mecanismos que hagan posible que la gran mayoría de colombianos entienda lo que antes era discurso y meras propuestas o ideas sueltas, en las reformas que se debatirán y harán posible. La participación es necesaria y urgente. Escucharnos tiene que ser lo más importante. Ponernos en los zapatos del otro, lo primordial. Es posible el diálogo y la concertación.

Es necesario escuchar las diferencias para llegar a un acuerdo final. La universidad o la academia pueden ayudarnos en este propósito, pues marcaría la distancia con relación a fundamentalismos o sesgos ideológicos. No perdamos de vista que Colombia existe desde hace muchos años y cuenta con una institucionalidad que se ha ido construyendo poco a poco y de manera sólida. No todo lo que existe es malo. Tampoco podemos caer en que todas las ideas que propone el gobierno sean para dividir. Mucho menos, la oposición puede pretender negar todo lo que se proponga. Debe superar esa pobreza que hasta ahora ha argumentado con unos liderazgos individuales. Si algo tenemos meridianamente claro en la ciudadanía, es la urgencia de fomentar reformas que generen un cambio profundo. No conviene esa insensatez. Si bien es cierto ante el congreso no se han radicado los textos de reformas (porque aún en los ministerios trabajan en ello), no indica que el debate se deba eliminar. El presidente no puede dar por hecho que el pueblo lo avale todo en las calles. Por otro lado, la ciudadanía diferente al pueblo, no se lo dejará pasar por alto. Si nos juntamos todos, se generarán los espacios de co-creación. Esto es lo que importa. Lograr unos encuentros, juntarnos en foros, debates, con información disponible que aún hoy no tenemos. Construir el mapa para donde vamos. El debate tendrá que llegar cuando ya estén radicados los textos. Aquí quedará en evidencia la responsabilidad que tienen los legisladores de trascender con esos debates.

Las reformas sí o sí tienen que ser discutidas por la sociedad colombiana a fin de definir una visión de país. El mayor anhelo es que estemos dispuestos al debate con todos los sectores y contradictores políticos. Que se abran todos los espacios de discusión y con toda la ciudadanía. Hay muchas preguntas de los ciudadanos que tienen que ser resueltas ahora mismo. En ello me embarco.