Iniciada la negociación de paz entre el gobierno y las FARC, el discurso “durísimo” de Márquez en su instalación en Oslo hacían presagiar que el proceso no iba para ninguna parte Iniciada la negociación de paz entre el gobierno y las FARC, el discurso “durísimo” de Márquez en su instalación en Oslo hacían presagiar que el proceso no iba para ninguna parte, envalentonando a los detractores de Santos presentando un escenario apocalíptico; sin embargo, por las condiciones como se definió la agenda, y la cautela en las reuniones al finalizar la primera ronda, en tratándose del tema agrario, las coincidencias entre las partes son mayores que las diferencias, y como se va lograr evacuar este punto, la negociación está “cocinada”. Acordémonos el origen campesino y agrario de la guerrilla “fariana”, quienes hoy reconocen coincidencias con el gobierno en lo que tiene que ver con la causa de la confrontación y la manera de superarla, haciéndole ajustes al modelo económico pero sin cambiarlo, donde predomina la propiedad privada. Como punto relevante se propone la creación de un Fondo de Tierras, provenientes de latifundios improductivos, baldíos y tierras de despojos, incautadas al narcotráfico, como también el propósito de superar el microfundio como las condiciones de los pequeños y medianos productores, dándole prioridad al rol de la mujer. ¿Quién se opone a este propósito? Ese mensaje se escucha hace rato en los foros agrarios y debates en el Congreso. Gran parte de esta propuesta está incluida en el proyecto de ley de Desarrollo Rural Integral, a presentarse en la próxima legislatura. Otro punto importante de contenido político y seguridad jurídica para avalar la negociación, las Farc proponen una asamblea constituyente, el gobierno por temor a Uribe la descarta y habla de referendo, consulta popular o plebiscito. Al final se pondrán de acuerdo porque, cualquiera sea el instrumento, se realizará después de las elecciones del año entrante y se avalará la reincorporación a la actividad política. Me reitero, es preferible tener a Márquez y compañía en el Congreso que en el monte generando violencia. El problema va estar en la posnegociación, en desarrollo de los acuerdos, la desmovilización y la reinserción de la “tropa guerrillera” que hay que reinsertarlos al aparato productivo, asentamiento familiar para que se alejen de las armas y de la tentación delincuencial. Las aldeas agroindustriales en zonas de influencia guerrillera con un superávit de tierras del Estado y ojalá en alianza con multinacionales o conglomerados económicos que se están vinculando en grandes proyectos agroindustriales en la Altillanura, Orinoquía y la Amazonía, pueden ser la solución. Está bien lo que el gobierno hace en La Habana, pero lo que está mal es lo que le falta hacer para el sector agropecuario productivo tradicional en crisis.