Dinero fácil

No es nada bueno el panorama de percepción, sin contar tantos hechos protuberantes de corrupción, que tienen los empresarios colombianos frente a prácticas de soborno, el acto ilegal de mayor ocurrencia en las relaciones de negocios, especialmente aquellas que se ejecutan con el Estado. No es nada bueno el panorama de percepción, sin contar tantos hechos protuberantes de corrupción, que tienen los empresarios colombianos frente a prácticas de soborno, el acto ilegal de mayor ocurrencia en las relaciones de negocios, especialmente aquellas que se ejecutan con el Estado. Y pese a ese alto nivel de percepción de degradación, solo un 42% de los empresarios consultados en  la Tercera Encuesta Nacional de Prácticas contra el Soborno en Empresas Colombianas, implementa prácticas para prevenir este delito. Y como si ello fuese poco, solo un 6% de los encuestados asegura que su empresa lleva un registro contable exacto de contribuciones a campañas políticas. Los resultados de la más reciente encuesta de Transparencia por Colombia, en asocio con la Universidad Externado de Colombia, hecha sobre 858 empresarios nacionales, revela que este delito continúa siendo una práctica muy generalizada en la manera de hacer negocios. Y un elemento muy diciente es que la percepción generalizada apunta a que “si no se pagan sobornos, se pierden negocios”, que es el pensamiento del 62% de los que respondieron, y la modalidad más usada son los pagos ilegales para acelerar trámites y las contribuciones políticas, que por supuesto se hacen a cambio de favores próximos.  Así que es enorme la distancia entre aquellos que reportan sus donaciones a campañas, el 6%, y los que reconocen que sí han hecho aportes, el 54%, generando un enorme riesgo de corrupción. Y aunque para los expertos y demás observadores resulta clave que el sector privado rinda cuentas sobre la financiación electoral y pida cuentas a quienes financia, y que se considere legítima la participación del sector empresarial en la política a través de la financiación de campañas, es claro que se sigue usando como un mecanismo de incidencia indebida sobre los funcionarios públicos o para obtener contratos, rentas o favores. Y para empeorar las cosas, cada vez hay menos medidas planeadas y periódicas contra el soborno en las empresas. No ha sido entonces suficiente el caudal enorme de escándalos, investigados, capturados y condenados por actos de corrupción, incluyendo notables contratistas privados, para que – como dicen las señoras – “se coja escarmiento” y se abandonen las prácticas indecentes.  Y tampoco el gran volumen de normas pomposamente denominadas “anticorrupción” – que cada Gobierno lanza como la última gran novedad y la solución final para este anormal estado de cosas, han servido para algo más que llenar códigos, doctrina y jurisprudencia. Lo que ocurre, en el fondo de todo esto, es no más que el resultado de una ruta de la ilegalidad, del atajo como la denomina el profesor Mockus, del camino fácil,  de una cultura mafiosa como la han denominado otros estudiosos, y que no se combate ni combatirá con leyes y más leyes: lo que subyace en el país, sin que seamos bichos raros en el mundo donde también pululan estas acciones indecorosas, es ausencia de valores básicos morales y éticos. Y darles eso a los colombianos será tarea constante de varias décadas. “Lo que ocurre, en el fondo de todo esto, es no más que el resultado de una ruta de la ilegalidad, del atajo como la denomina el profesor Mockus, del camino fácil,  de una cultura mafiosa…” Editorialito El Huila sigue demostrando que produce los cafés de más alta calidad. De los 45 lotes finalistas en el concurso Taza de la Excelencia 19 son de Pitalito, ocho de Acevedo, uno de Timaná, uno de Guadalupe, uno de Garzón y dos de Palestina. Otro motivo más para respaldar a un sector que produce riqueza, aun en medio de las dificultades.