Por: René Jiménez Cobos
En el libro de Mateo 5:4-6 dice la Biblia: “Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados”. En algún momento de nuestra niñez hicimos cosas como quebrar palos o doblar varillas aplicándole un poco de presión, pero cuando somos adultos, las cosas no son tan fáciles. Pedro el discípulo de Jesús, era un hombre bastante fuerte; cuando él le dijo al Señor no te negaré, no estaba diciendo cualquier cosa. Entendemos que cuando una persona se tira al agua desde una barca, diciendo: “si eres tu Señor manda que yo camine sobre el mar”, no está jugando, ese hombre tiene un nivel de compromiso. Igual cuando toma la espada para defender a su Maestro. Pedro no está tratando de impresionar a Jesús, lo hizo porque había en él una convicción.
Este mismo hombre fue el que dijo “No te negare, todos te van a negar, menos yo”, él lo dijo porque estaba comprometido, el sentía que era valiente, pero Jesús le dice: Pedro, el problema es que tú no conoces tu punto límite, el problema es que a ti las cosas te han salido bien, pero tú serás el primero en negarme, y dice que él insistía con mayor fuerza “Señor, tu estas equivocado, yo nunca te negaré”. Pero Jesús que conoce el límite de nuestras fuerzas le dijo a Pedro, con tus fuerzas naturales, con tu capacidad de liderazgo, no lo lograras.
Cuando todas las cosas te salen bien, cuando todo marcha sobre ruedas, tu sientes que eres una especie de ser omnipotente, piensas que nunca fallarás, y que estas en control de todo. Algunas personas dicen: “yo no necesito de nadie, yo no necesito a Dios”, pero si se agrega un poco de presión a tu vida, de pronto un examen médico en donde el diagnóstico no es bueno, un fracaso financiero, o una situación emocional difícil de soportar, ahí puedes perder el control y aunque no lo quieras reconocer no eres tan fuerte como pensabas.
Quiero decirte que Dios ama a los que se quebrantan delante de él, este Pedro tan valiente, tuvo que llorar porque sintió que había confiado en sus fuerzas, en sus potencialidades, y no era así. Tal vez tú has puesto tu fe y confianza en tus capacidades, en tus estudios en tu cuenta bancaria, pero quiero decirte: solo el que se arrodilla ante Dios puede estar de pie ante cualquier adversidad. Sin Dios nada podemos hacer.