Disquisiciones políticas. Por Heriberto Carrera Valencia

Observando las noticias recientes sobre el desgreño  de los partidos, las acusaciones entre los políticos, los encarcelamientos de congresistas, ex gobernadores, jefes políticos, los procesos penales contra algunos ministros y ex ministros, diplomáticos, gerentes o administradores que abusan de los bienes del Estado y las constantes defraudaciones cometidas por servidores públicos a todo nivel, dejan entrever que la famosa democracia nuestra está en ruinas. Un partido político es una agrupación permanente y organizada de ciudadanos, que mediante la conquista de las mayorías en las elecciones llega  a la dirección del Estado, para aplicar los programas políticos y sociales que difundió en su campaña. Los partidos y movimientos son agrupaciones humanas de carácter estable, unidas por unas ideas y programas que pretenden implantar desde el gobierno, buscando las leyes y mecanismos que regulen los fenómenos económicos, sociales  y políticos más apropiados. Todos los esquemas sobre el arte de la política se ha venido abajo, por las malas prácticas, que como el clientelismo y los dineros de dudosa procedencia, han corrompido las sanas costumbres que antes nos mostraban con orgullo ante la faz del mundo. Aristóteles decía que era el arte de gobernar los pueblos y Juan Jacobo Rosseau añadía: “lo que es malo en moral, es también malo en política”.   En un sentido absoluto se ha definido la política como el arte de gobernar el Estado con el fin de alcanzar lo que se considera como el máximo logro de la sociedad.  La política consiste en el gobierno y manejo del estado, cuya finalidad primordial es promover una vida buena para los asociados, explico Gilberto Alzate Avendaño. Los medios para alcanzar el poder no importan. El fin justifica los medios, ya que las consideraciones morales son exteriores al arte de la política, según los seguidores de Maquiavelo. El deterioro de los partidos se debe a la  carencia de un verdadero contenido ideológico. Son organismos sin alma. Con  las famosas elecciones atípicas para elegir al sucesor de la doctora Cielo González Villa, destituida como mandataria seccional, se han despertado las ambiciones de los politiqueros de provincia. Con sus jefecillos a la cabeza, andradistas, gechistas, villalbistas, toñistas, verdosos, cambio radical y otras yerbas aromáticas, han conformado un curioso salpicón para todos disfrutar de los gajes del poder, pero no pueden estar seguros de que el nuevo gobernante los vaya a complacer a todos  o a colocar al  supuesto sucesor en el trono departamental en el próximo período constitucional.

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