La Nación
EDITORIAL

Drogas en colegios

El consumo de estupefacientes en algunos colegios de Bogotá encendió las alarmas.

Este año en colegios capitalinos las autoridades educativas reportaron 1.689 casos por consumo de droga. Esta semana un joven murió y 19 más resultaron afectados por inhalar mezclas peligrosas. Por eso se develó otra modalidad que viene creciendo en los centros educativos.

Pegantes mezclados con químicos usados para limpiar computadores o fabricar aerosoles se han popularizado en los colegios del país. Estos estimulantes vienen siendo usados a la luz del día, en los propios centros educativos como ocurrió en el colegio Marco Fidel Suárez.

Y en muchos casos, reportados por docentes y padres de familia. Pero no pasa nada. El fenómeno se ha extendido en las principales ciudades del país. En Neiva, estas prácticas son frecuentes y de público conocimiento. También en otros municipios.

Lo grave: el fenómeno no afecta sólo a los adolescentes. La ‘pepas’ llegaron también a niños entre 10 y 12 años, sin distinguir género ni estrato. Y lo hacen conscientemente, sabiendo el peligro que representan.

Según investigaciones del Ministerio de Educación los muchachos mezclan líquidos tóxicos con golosinas -como leche azucarada en polvo-, para resistir la inhalación de cantidades más fuertes y nocivas. Los inhalantes los portan escondidos en los bolsos escolares, las mezclan con agua, con chicles, con refrescos. Incluso las mezclan con alcohol séptico y agua o con gaseosas. Y lo hacen antes de iniciar clases o durante el recreo, especialmente en baños o lugares poco visibles.

El fenómeno también viene ocurriendo por fuera del aula escolar. En los barrios populares el fenómeno se siente con mayor frecuencia. No es raro encontrar en las esquinas grupos de niño inhalando sustancias tóxicas o consumiendo narcóticos especialmente marihuana. Muchos de estos nuevos adictos han desertado del servicio público educativo.

Las tiendas de barrio también son utilizadas para la venta de estupefacientes.  El consumo de estupefacientes no es único de los colegios de secundaria. Las universidades públicas y privadas son epicentros propicios para la distribución y el consumo. La comunidad académica es consciente de esta problemática pero poco hacen para enfrentarla.

Las redes de microtráfico han encontrado en estos sectores nichos predilectos. El narcomenudeo es hoy un lucrativo negocio en expansión difícil de controlar. Pese a los golpes que ha propinado la Policía y las acciones emprendidas para desvertebrar las redes de distribución el fenómeno sigue latente. Las alertas de Bogotá deben servir para evaluar en nuestras propias instituciones la magnitud de lo que está pasando.
 
“Lo grave: el fenómeno no afecta sólo a los adolescentes. La ‘pepas’ llegaron también a niños entre 10 y 12 años…”
 
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