Editorial – Café malo

Colombia, el país con el mejor café suave del mundo; Colombia, gran productor, antiguamente el segundo detrás de Brasil y hoy, aunque han descendido sus cifras, sigue en los primeros lugares. Colombia, el país con el mejor café suave del mundo; Colombia, gran productor, antiguamente el segundo detrás de Brasil y hoy, aunque han descendido sus cifras, sigue en los primeros lugares. Colombia, con las mejores tierras de ladera del planeta para producir un grano de excelsa calidad. Ese es el país cafetero de mayor reconocimiento en el mundo, y en este país con esas condiciones resulta insólito e incomprensible que sus mismos habitantes, que tienen al lado ese café, terminan tomando tinto con granos de otros países de regular y mala calidad. El Dane acaba de revelar que el 80 por ciento de los tintos y otros derivados que se preparan en el territorio nacional se hacen con granos importados, especialmente de Perú y Ecuador; justamente Perú exporta casi el 60 por ciento de su café a Colombia para las grandes tostadoras. En 2012 ingresó al país más de un millón de sacos de ese café, que termina además mezclado con pasillas, es decir con  residuos, granos mordidos y prácticamente destinados al desecho y no al consumo. Y se ha especulado en muchos sectores acerca de otras mezclas indeseables, con granos de otros comestibles baratos, con las cuales hacen rendir ese café que tomamos de las grecas y masivamente. Y veamos estas cifras: según un estudio del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, las importaciones de café malo a Colombia se incrementaron al mismo ritmo que cayó la producción en los últimos años, pasando de apenas 39 mil sacos en el 2003 a más de un millón el año pasado, y ya representan el 15 por ciento de la producción nacional. Una situación que va en detrimento no solo de los campesinos sino también de los consumidores, y ello explicaría por qué Colombia no tiene un mayor consumo interno de café. Bajo el engaño de estas importaciones millonarias, la gente se acostumbró a creer que ese tinto que le sirven en una oficina o compra en la calle se hace con café colombiano; lastimosamente no es así, y lo peor que podría ocurrir es que sea la misma Federación Nacional de Cafeteros, en cabeza de su gerente Luis Genaro Muñoz, quien nos diga campante que este no es un fenómeno extraordinario. Y no tiene problema en justificarlo en que el cambio tecnológico implica que las eficiencias en los procesos de trilla en el país, ha incrementado la producción de más café excelso en detrimento de los subproductos. Mejor dicho, que tomamos café malo porque el nuestro es muy bueno; que el mercado interno no lo compra por su alto valor y, entonces, se exporta. Y todas esas campañas de consumo que hemos observado en los recientes años a qué apuntan: ¿a favorecer a las grandes trilladoras nacionales, que importan café de mala calidad, o a incentivar a los colombianos para que tomemos el café que sale de nuestras fincas y no de las peruanas, ecuatorianas y vietnamitas? En Colombia, con el mejor café del mundo, se toma del peor.

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